Nacho Ambriz se rompe al recordar a Manuel Lapuente, su maestro del fútbol

Nacho Ambriz se quiebra al recordar a Manuel Lapuente, su maestro y leyenda del fútbol mexicano.



Foto: Mexsport

El futbol nacional se vistió de luto por el deceso del gran Manuel Lapuente, leyenda indiscutible del fútbol mexicano, quien este fin de semana partió y dejó un hueco imposible de llenar en el corazón de quienes lo conocieron, admiraron y amaron. Su muerte sacudió a todo el medio, pero el golpe más profundo lo recibió Ignacio Ambriz, su pupilo más cercano, quien rompió en emociones al recordar a su “maestro”.

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Ambriz tomó la palabra con voz temblorosa y los ojos vidriosos. No era momento para tácticas; era momento para honrar a un padre futbolístico.

“Quiero darle a la familia de Manolo Lapuente unas condolencias. Para mí ha sido un maestro, alguien que me forjó como futbolista y no me queda más que desearle mi más sincero pésame a su familia”, dijo exactamente, con la voz entrecortada y al borde de las lágrimas.

Minutos después, volvió a hablar de él, esta vez con el peso de la noticia aún fresco:

“Es complicado, difícil, porque Gerardo Esquivel y yo lo queríamos tanto, nos ayudó a formarnos como personas y como jugadores. Cuando me avisaron sobre el fallecimiento, me avisó mi compadre el ‘Capi’ Perales, no sé, sentí algo raro, algo que dije: ‘ya no lo pude ver’”, confesó al tiempo que dejó entrever el dolor de una despedida sin abrazo final.

La historia entre ambos se remonta a finales de los ochenta, cuando un joven Ambriz llegó al Necaxa; Lapuente, ya un entrenador en ascenso, vio en él visión, disciplina y liderazgo. Lo hizo pieza clave. Juntos construyeron una dinastía: bicampeones de Liga MX en 1994-95 y 1995-96, Copa México 1994-95 y Campeón de Campeones 1995.

No eran solo títulos; era la huella de un maestro en su obra cumbre.

México perdió a un gigante. Pero en las palabras rotas de Nacho Ambriz, Lapuente vivirá por siempre: “Fue un maestro para mí”.