“¡Fly Eagles fly!”, gritaba un aficionado de Philadelphia vestido con jersey de Jalen Hurts, mientras el equipo dirigido por Nick Sirianni ingresaba al campo del Caesars Superdome. “¡Let’s go Chiefs!”, le respondía un fanático personificado como Patrick Mahomes del otro lado de la pantalla gigante donde miles seguidores a la NFL miraron el Super Bowl LIX en el Campo Marte de la Ciudad de México.
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La oficina de la NFL en México montó una fiesta magna para que sus aficionados —sin importar a cuál de los 32 equipos apoyan— pudieran reunirse para presenciar juntos el partido más esperado del año.
Con una macro pantalla y la presencia de cada una de las franquicias de la liga con stands donde ofrecieron actividades como lanzamiento y captura de pases, así como convivencia con mascotas oficiales y porristas, la watch party contó con un ambiente único al más puro estilo del ambiente de los estadios del máximo circuito de futbol americano del mundo.
Pero más allá de la pasión y devoción con las que viven los fans, la desorganización imperó en el evento, incluso desde su convocatoria semanas atrás, cuando no quedaban claras muchas cosas. E inclusive, algunos de los puntos especificados durante la venta de los boletos, no se cumplieron.
“El boleto VIP o MVP, como le llamaban, incluía bebidas, cosa que nunca existió. El personal de seguridad siempre fue hostil, como suelen ser los eventos organizados por Ocesa, que suele operar de esa manera con sus usuarios”, dijo Alueri Arellano, un aficionado que lamentó la falta de claridad en el evento. “Muy padre el ambiente pero no volvería a asistir a una fiesta en la que todo se sale de control”.
Tan pronto comenzó el Gran Juego, cualquier vicisitud quedó en segundo plano. La afición mexicana se unió en esta magna celebración y disfrutó de cada jugada a unos mil 720 kilómetros de distancia. Pero con una devoción genuina y característica de la cultura mexicana, misma que fue reflejada con sutileza en diversos puntos del festival, como fue el espacio de los Houston Texans, que asemejaba a una trajinara de Xochimilco.
“Para mí como aficionado a los Texans es un orgullo que tomen tanto en cuenta a México y nuestra cultura, hace sentirnos parte del equipo y que se preocupan por nosotros”, comentó Lorenzo Contreras, quien era fanático de los Houston Oilers y prefirió seguir con el equipo de la ciudad texana que lo enamoró luego de que la franquicia fuera vendida a Tennessee donde emergieron los Titans posteriormente.
En México, hay alrededor de 46 millones de aficionados a la NFL, por lo que el país, que se ha convertido en la base de aficionados más grande del mundo fuera de los Estados Unidos y Canadá. Y mientras los fanáticos esperan pacientemente el regreso de un partido de temporada regular, iniciativas como la NFL Fan Race fomentan este estrecho vínculo entre la liga y sus fieles.