Un Nick Kyrgios diezmado por las lesiones y a medio gas, no tuvo problemas para vencer a Aryna Sabalenka —con todo y que la bielorrusa jugó en una mitad de cancha más chica— en la cuarta edición de la llamada Batalla de los Sexos. El australiano, finalista en Wimbledon 2022 pero actual número 671 del escalafón de la ATP, se llevó la victoria ante la número uno del ranking femenino en un innecesario partido de exhibición que solo ha servido para azuzar la polémica sobre las diferencias entre ambas ramas del tenis mundial.
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Esta exhibición, que buscaba revivir un histórico concepto aunque con nuevas variables, fue celebrada en el Coca Cola Arena de Dubái, pero a diferencia de sus versiones anteriores, tuvo como telón de fondo una serie de ajustes reglamentarios diseñados para tratar de equilibrar la competición. Pero en la práctica se convirtieron en un extraño desafío para ambas raquetas.
El término Batalla de los Sexos tiene un peso significativo en la historia del tenis. Su capítulo más famoso se escribió en 1973, cuando una joven Billie Jean King derrotó al veterano Bobby Riggs en un partido que se convirtió en un potente símbolo para la recién fundada WTA y para la lucha por la igualdad de premios en los Grand Slams. Poco antes, Riggs había derrotado a Margaret Court con facilidad, por lo que la proeza de King quedó para la historia.
Casi dos décadas después, Jimmy Connors se impuso a Martina Navratilova en otra edición. La de Dubái, por tanto, se inscribe en un linaje de exhibiciones que siempre han trascendido lo meramente deportivo para adentrarse en el terreno social y del espectáculo.
Para esta nueva versión, los organizadores implantaron dos modificaciones principales. La cancha del lado de Sabalenka se redujo en un 9% y ambos jugadores se vieron limitados a un único servicio por punto. El objetivo declarado era nivelar las condiciones al reducir supuestas diferencias en potencia y velocidad. Sin embargo, estas reglas fueron precisamente el centro del debate. Mientras que algunos analistas consideraron que el evento no aportaba nada al tenis femenino y era un mero circo, otros lo defendieron como un formato de entretenimiento puro, con un giro innovador.
Esa limitación del servicio demostró ser un arma de doble filo. A lo largo del partido, la falta de un segundo saque provocó estragos, especialmente en el juego de Sabalenka. La campeona de Grand Slam cedió múltiples puntos clave al enviar su único servicio a la red o fuera de los límites, gestos que solían acompañarse de muestras visibles de frustración. Kyrgios, por su parte, manejó la restricción con mayor eficacia, cometiendo menos errores directos en este aspecto.
El desarrollo del partido evidenció que, más allá de los ajustes, la bielorrusa está más que capacitada para sostener intensos peloteos desde el fondo de la pista con un rival masculino de élite. En varios momentos, impuso su agresividad y logró dictar el ritmo de los intercambios. No obstante, la consistencia y la capacidad del australiano para elevar su nivel en los momentos decisivos marcaron la diferencia. Después de un primer set ajustado que terminó 6-3 a su favor, el australiano remontó una inicial desventaja en el segundo para cerrar el encuentro con el mismo marcador, 6-3 y 6-3.
La exhibición, organizada por la agencia que representa a ambos tenistas, ha generado un amplio debate en el mundo del tenis. Mientras algunos críticos cuestionan el valor competitivo de este tipo de enfrentamientos, otros lo defienden como un espectáculo puramente entretenido con un formato innovador.
Como fuera, la atmósfera en Dubái fue festiva desde el ingreso de los jugadores a la pista, con Sabalenka haciendo su aparición al ritmo de Eye of the Tiger (1982) de Survivor. En balance, el partido ofreció momentos de gran tenis y rallies vibrantes, precisamente favorecidos por la norma del servicio único que alargaba los puntos.
La principal lección que deja esta peculiar edición podría ser que, si bien las reglas adaptadas añadieron un elemento de incertidumbre, la presión psicológica de un único saque resultó ser el factor más desequilibrante. De celebrarse una nueva edición, permitir dos servicios a la jugadora femenina podría generar una contienda aún más pareja y prolongada, aunque lo cierto es que comprender y respetar el estilo de juego en cada rama para dar el valor que merece cada una en su rubro, bien podría ser la mejor respuesta.




