LUIS WERTMAN ZASLAV
En una entrevista concedida esta semana a El Sol de México, la primera Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana del Gobierno de México, Rosa Icela Rodríguez Velázquez, explica las razones que han hecho distinta la política pública de esta administración para lograr que haya paz y tranquilidad en el país. Retomo tres con las que, estoy seguro, coincidimos la mayoría, más allá de filias y fobias, para comprender dónde nos encontramos y a dónde podemos llegar si, como sociedad, hacemos lo que nos corresponde.
1.- Es un enfoque opuesto al que sufrimos durante décadas.
Para quienes son más jóvenes, en México pasamos en los años 60 y hasta los 80, de un aparato de seguridad orientado a la vigilancia y a la represión de cualquiera que se opusiera al sistema, a cambio de una supuesta “paz social” entre ciudadanía y gobierno para que cada uno fuera en una dirección opuesta; a otro en el comienzo del siglo actual en el que abiertamente se le declaró la guerra al mismo crimen organizado que recibía protección de malas autoridades, mientras se debilitaba, y se infiltraba, a las corporaciones policiacas. Por si eso no hubiera sido poco, se empleó a nuestras Fuerzas Armadas para enfrentar, no detener, ni consignar, a facciones de la delincuencia para simular que se tenía control. De nada sirvió tratar de regresar el viejo modelo de espionaje
y operaciones secretas, porque la realidad fue otra y la inseguridad creció a tal grado que por eso una mayoría decidió cambiar de rumbo hace cinco años.
Ahora, el objetivo es construir la paz en las regiones que han concentrado, por décadas ya, la comisión de la mayor parte de los delitos y en todo el territorio nacional, sin excepciones. Es decir, la única política en seguridad es la de lograr tranquilidad en cada municipio y en cada estado. Alrededor de esta meta gira el trabajo y por eso hay una coordinación y una colaboración diaria inédita en esta materia tan delicada para las y los mexicanos.
Las cifras demuestran que se ha logrado frenar el crecimiento de los principales delitos del fuero federal y que vamos hacia una tendencia sostenida a la baja, gracias al trabajo de nuevas instituciones que se han consolidado con rapidez, como la Guardia Nacional, las Secretarías de la Defensa Nacional y de Marina, cuya participación hoy está debidamente contemplada en la Ley; así como el esfuerzo de cientos de servidoras y servidores públicos en los tres niveles de gobierno, que cada madrugada están ateniendo los incidentes que ocurren a nivel nacional. Se les ha llamado Mesas de Paz y desde ahí se expande una visión diferente a la de las pistolas, las patrullas y los policías, que son fundamentales en este proceso, pero que no son lo único que podemos hacer para acabar con la delincuencia.
2.- No hay -y no habrá- un acuerdo con ningún grupo criminal.
Cualquier organización delictiva busca protección de una mala autoridad para reducir el riesgo que implica cometer un crimen para hacerse de dinero fácil y rápido. Sin esa protección sus posibilidades de ser sancionado crecen, porque la impunidad disminuye. Podrá sonar lógico, pero lo que desató el aumento de la inseguridad fueron la complicidad y la corrupción, como factores principales, de un negocio ilegal que prosperó por la tolerancia de un sistema que apenas se está desmontando a favor de la ciudadanía. Un ejemplo, doloroso, fue el secuestro de 14 trabajadores estatales de seguridad en Chiapas por una disputa entre grupos de la delincuencia, los cuales de inmediato aclararon que no tenían ningún problema con las autoridades de seguridad federales, aunque sí señalaron a mandos de la policía estatal por un presunto contubernio con sus rivales. La investigación sobre estas acusaciones está en curso desde el primer día en que se hicieron públicas las presuntas quejas. Es decir, se actúa de inmediato y se toman acciones que antes no se veían, enfrentando los problemas con una solución pacífica, a pesar de que todavía hay camino por recorrer para contar con mejores instituciones de seguridad en algunos estados y municipios.
3.- Atender las causas para quitarle incentivos al crimen.
Cuando tuve la oportunidad de encabezar una organización civil dedicada a la atención de víctimas y a la prevención de los delitos, concluíamos que, en un entorno sin opciones para mejorar, la oferta del crimen era muy atractiva. No solo era el ingreso, sino el espejismo que lograban comunicar para reducirle importancia a la vida misma, a cambio de unos años (es mucho menos tiempo) de gozar de lujos instantáneos y de cierto poder dentro de la delincuencia. Gracias a esa ilusión que se propaga por series, canciones y mensajes, hemos perdido a miles de personas, muchas de ellas jóvenes, que son carne de cañón de una estructura piramidal en donde no has ascensos, ni promociones, ni futuro.
No es coincidencia que los municipios donde hay mayor consumo de drogas, desintegración familiar, falta de oportunidades, también sean los que registran mayor número de crímenes y enfrentamientos.
Ofrecer empleo, apoyo para estudiar, infraestructura para practicar un deporte, salud pública, son medidas que arrebatan jóvenes a las filas del crimen y si esos beneficios se extienden a sus familias, entonces no hay ninguna razón para acudir a un delito como forma de prosperar. Ese es el cambio de enfoque y la única forma de construir una paz duradera.