No permitir la crueldad

LUIS WERTMAN ZASLAV Por ninguna circunstancia una sociedad puede permitir un acto de crueldad, ya sea hacia un semejante o en contra de cualquier especie que convive con nosotros en el planeta. La compasión, como dijo el gran escritor Fyodor Dostoyevsky, “es la ley principal de la existencia humana” y ese debería ser un principio

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LUIS WERTMAN ZASLAV

Por ninguna circunstancia una sociedad puede permitir un acto de crueldad, ya sea hacia un semejante o en contra de cualquier especie que convive con nosotros en el planeta. La compasión, como dijo el gran escritor Fyodor Dostoyevsky, “es la ley principal de la existencia humana” y ese debería ser un principio en el que se fundamenten muchos de nuestros comportamientos cotidianos.

En los años recientes hemos desarrollado un consenso social acerca de la importancia de erradicar el maltrato animal, un tema sensible para la mayoría de la población mexicana (tenga o no un animal de compañía), que coincide con una posible explicación acerca del origen de la violencia que nos aqueja.

La falta de consciencia sobre la importancia de una vida ha creado un entorno en el que las y los ciudadanos, tristemente, nos hemos acostumbrado a tolerar actor de violencia cotidianos que tienen un riesgo del que se habla poco y consiste en que éstos solo pueden escalar.

Antes de compartir estas reflexiones, consulté con especialistas en psicología para tratar de entender qué impulsa a una persona a tratar con absoluta crueldad a otro ser vivo. La mayoría coincide en la pérdida de la importancia de la existencia misma, es decir, al considerar que se trata de una criatura de menor relevancia, se hace fácil sacrificarla en un arranque de furia para demostrar no solo superioridad, sino la capacidad de cometer un acto atroz sin remordimiento como advertencia de lo que podría pasarle al comerciante si no accediera a la demanda del agresor. Lo trágico es que se trataba de una amenaza que afortunadamente quedó en video; no quiero imaginar qué hubiera sucedido sin esta evidencia.

En esta lógica, quien puede atentar contra un animal de compañía afuera de un negocio, como sucedió en el caso de la brutal agresión en contra de un perro afuera de una carnicería en el Estado de México, bien puede incrementar su violencia cerrándole el paso a otro vehículo con su automóvil y, si cuenta con un arma de fuego a la mano, bajarse y descargarla contra el conductor. Todas posibilidades que pasan en las calles y que se convierten en un comportamiento nocivo -tolerado por la mayoría de nosotros- que se repite muchas veces a lo largo del día.

La única manera de evitar una tragedia es prevenir constantemente que se den las condiciones para que ocurra. También ayuda el castigo social que significa rechazar cualquier acto de agresión entre nosotros. Pensar que nos metemos en problemas si intervenimos o que los protagonistas de la violencia conocen los límites de pasar de las palabras a las manos, es una equivocación que hemos cometido durante años. Si queremos vivir en paz, no puede existir espacio para ninguna agresión.

En muchas ocasiones se justifica perder los estribos con supuestas razones como el estrés que provoca la vida en las grandes ciudades, los mensajes de violencia que recibimos desde diferentes medios y plataformas, la pérdida de valores o la falta de unidad, tanto familiar como social. Es cierto que existen estos elementos en las causas de la violencia, sin embargo, ninguna por sí misma es suficiente para cerrar el análisis sobre el origen de la agresión.

Tampoco lo hace el diagnóstico que eventualmente conoceremos acerca de la persona que mató al animal de compañía; es obvio que en su personalidad hay algo que funcione mal y puede que fuera, o no, reciente. Eso nos permitirá entender parte del evento, pero hace falta que juntos dialoguemos sobre las formas en que podemos detener hechos de violencia, por menores que estos pudieran ser a los ojos de muchas personas.

También vale la pena hablar acerca del debate público que se dio entre quienes aceptaron la indignación nacional, pero consideraron que debiera equipararse a otros actos de violencia sufridos por todos día a día. Al respecto, con la experiencia previa de atender a víctimas del delito y casos de maltrato animal en la Ciudad de México, la más grande y poblada del país, puedo afirmar que frenar a tiempo una agresión a un animal de compañía es una medida de prevención que reduce las posibilidades de que la violencia se traslade hacia un semejante.

Como he compartido en otras oportunidades, no hay valor más grande que la vida. La de todas y todos, incluyendo a los llamados seres sintientes, que forman parte no solo del mundo en el habitamos, sino de la existencia pacífica que tanto decimos merecer.