Pablo Aguado salva la tarde en Pamplona

Lidia al toro más potable del encierro de Jandilla en la quinta de feria



Foto: Cortesía

PAMPLONA.- Pamplona vivió este viernes la quinta corrida de la Feria del Toro con un cartel atractivo: Juan Ortega, Andrés Roca Rey y Pablo Aguado. Tres toreros de estilos distintos, con capacidad, personalidad y sitio en el escalafón. Tres nombres capaces de firmar una tarde grande. El encierro, sin embargo, no estuvo a la altura. Ni el de Jandilla ni el segundo de Vegahermosa ofrecieron el fondo, la duración ni la casta necesarias para que la tarde alcanzara vuelo. Hubo voluntad, sí. Hubo entrega. Incluso momentos de buen toreo. Pero todo se diluyó en cuanto los toros dejaron de empujar. Y lo hicieron pronto.

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El festejo dejó una sensación compartida: la de lo que pudo ser y no fue. El único momento realmente rotundo llegó con el tercero de la tarde, un toro con clase, ritmo y entrega que permitió a Pablo Aguado mostrarse como lo que es: un torero de temple y estética, que cuida el trazo, el ritmo y la medida. En ese toro estuvo la única faena de verdad de la tarde. Aguado lo entendió desde el principio, se lo metió en la muleta, lo llevó cosido, sin brusquedades, con cadencia. Toreó con el alma y lo hizo con esa naturalidad suya que parece innata. Era faena de premio, de dos orejas incluso, pero el acero volvió a aparecer como el gran obstáculo de su tarde. Falló a espadas y se esfumó el triunfo. Una pena.

Roca Rey, por su parte, tuvo que lidiar con la otra cara del encierro: la de los toros sin fuelle, sin transmisión y sin finales. Aun así, no se guardó nada. Con su primero, el de Vegahermosa, firmó un inicio de faena explosivo, arriesgado, muy en su estilo, buscando calar de inmediato. Logró emocionar en los primeros compases, pero el toro fue apagándose y la faena se fue quedando sin contenido real. El fallo con el acero, además, empañó por completo la posibilidad de premio. Su segundo, el quinto de la tarde, fue todavía más ingrato. Sin clase, sin entrega y a menos desde el primer momento, obligó al torero a tirar de recursos, de cercanías, de toreo de poder más que de lucimiento. Hizo el esfuerzo, pero no bastó.

Juan Ortega, que había dejado detalles de su torería pausada y su gusto exquisito en su primer toro, tampoco pudo levantar su tarde. Aquel primero, noble pero sin chispa, permitió algunos muletazos al ralentí, con sabor, sobre todo al natural. Fue una faena de detalles, no de rotundidad. Lo más torero de Ortega se vio en la forma de comenzar la faena: doblándose con gusto, con elegancia, con sitio. Pero el toro no terminó de entregarse, y la espada defectuosa impidió que hubiese premio. El cuarto no ofreció ninguna opción. Un toro que buscó rápidamente las tablas, rajado desde el inicio, sin intención de pelea. Ortega puso empeño, firmeza, voluntad… pero aquello no tenía por dónde agarrarse.

Así, entre toros que se apagaban demasiado pronto y faenas que solo pudieron insinuarse, la tarde avanzó sin grandes emociones. Los tres toreros hicieron el esfuerzo. Cada uno a su manera. Ortega con su pulso y clasicismo. Roca Rey con su valor seco y su capacidad para encender los tendidos. Aguado con su temple y su clase. Pero sin toro, no hay lidia completa. No puede haberla. Porque el toreo —a pesar de lo que algunos insisten en olvidar— es de dos. Y si el toro no responde, todo lo demás se convierte en una lucha estéril.

Lo vivido este viernes en Pamplona no es nuevo, pero no deja de ser preocupante. La presentación de los toros, adecuada en líneas generales, no basta. Hace falta que embistan, que se entreguen, que duren. Hace falta que el toro, además de permitir, exija. Que haya emoción. Porque de lo contrario el espectáculo se queda a medio camino. Y eso fue lo que ocurrió en esta quinta corrida: una tarde que se fue apagando sin que nadie pudiera evitarlo.

En resumen, fue Aguado quien firmó lo más torero del día, en su primero, y quien también mostró capacidad para sacar lo poco que tenía el sexto. Fue Roca Rey quien puso la energía y la entrega. Y fue Ortega quien dejó pinceladas de su particular forma de torear. Pero ninguno de los tres tuvo enfrente ese toro que justifique el triunfo. Ni bravura, ni empuje, ni emoción. Solo la entrega de tres toreros sin el material adecuado para dejar huella.

Pamplona, España.– Plaza de Toros de Pamplona. Quinta corrida de la Feria del Toro. Lleno de “No hay billetes” en tarde calurosa, que terminó nublada.

Se lidiaron toros de Jandilla y Vegahermosa (2º), bien presentados, serios y entipados, aunque de poco fondo en general. Destacó el 3º por su calidad, ritmo y entrega.
Juan Ortega: Silencio en ambos.
Andrés Roca Rey: Silencio tras dos avisos y silencio tras aviso.
Pablo Aguado: Ovación y silencio.