PAMPLONA.- La conclusión lógica de la estadística: orejas cortadas, faenas resueltas, toreros alzados en hombros. Pero también hay otras en las que el verdadero relato se esconde detrás de esa imagen final, en lo que no siempre queda reflejado en la suma de trofeos. La séptima corrida de San Fermín fue de estas últimas.
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Porque, sí, salieron a hombros Fortes y Fernando Adrián. Y sí, Ginés Marín se llevó una oreja y momentos de aplausos. Pero la historia no va —o no debería ir— solo de eso. Pamplona vivió una tarde en la que lo importante no fue la cantidad de orejas, sino la manera en que los tres toreros se entregaron para exprimir al máximo un encierro de La Palmosilla que no regaló nada.
Fortes volvió a ser ese torero que jamás transita el camino corto. En su primero, mostró esa capacidad suya de administrar la nobleza sin fuerza, de sujetar la embestida cuando se derrama, de tirar del toro como si se tratara de una conversación privada, sin necesidad de gritar para ser escuchado. Hubo firmeza, un toreo a media altura que no buscó la conexión fácil, sino la naturalidad del que sabe esperar. La oreja llegó como respuesta a su manera de estar. No porque lo pidiera, sino porque se la ganó desde el sitio y la actitud.
En su segundo, Fortes tuvo delante un enemigo que no entregaba nada. En tardes así, muchos optan por la faena de trámite. Él no. Hizo todo lo posible por encender una chispa que el toro nunca quiso dar. Puso torería, se cruzó, buscó terrenos imposibles… y logró eso tan poco frecuente: el reconocimiento del público por su empeño en una labor insípida no por culpa suya, sino porque a veces la faena es simplemente imposible. La oreja volvió a ser un premio a la entrega y la disposición.
Fernando Adrián tuvo una tarde con dos caras. En su primero, la faena se disolvió entre intentos. La materia prima no ofrecía fondo ni recorrido. Pero Adrián no claudicó y buscó siempre la manera de hacer pasar al toro, como si cada pase fuera la única posibilidad de construir algo. Con el quinto, todo cambió. La faena fue un carrusel de entrega absoluta. Arrancó con una intensidad que parecía de final, buscó la ligazón en terrenos complicados y, cuando el toro empezó a acortar su viaje, el madrileño decidió cruzar la línea. La voltereta fue la confirmación del riesgo asumido. Y, lejos de amilanarse, volvió para cerrar la faena con la misma entrega. En Pamplona, el valor no se mide solo en las series. También en la capacidad de volver al sitio cuando la plaza está hirviendo.
Ginés Marín, por su parte, fue el que dejó los muletazos más hondos y puros. Especialmente en su primero, cuando su muleta dibujó naturales largos, lentos, exactos. Era el tipo de faena que podía haber sido de premio mayor si el toro no hubiera cambiado el guion buscando la querencia. Marín se mantuvo fiel a su concepto: torear despacio, sin concesiones, aunque eso suponga que la faena no se dispare en los tendidos. Con el sexto, su clasicismo volvió a imponerse. Toreó con suavidad, con esa naturalidad suya que parece sencilla, aunque no lo sea.
Lo que quedó tras la corrida no fue solo la imagen de dos toreros en hombros. Quedó la sensación de que las puertas grandes a veces son la consecuencia de la insistencia, del empeño, de la capacidad de no rendirse ante las faenas difíciles o los toros inciertos. Y eso, en una feria como San Fermín, tiene tanto valor como cualquier trofeo.
Pamplona sigue siendo esa plaza donde el público aprecia el esfuerzo, donde las faenas se construyen muchas veces contra la corriente, y donde los toreros saben que cada oreja hay que pelearla. En esa ecuación, la foto de Fortes y Adrián saliendo por la puerta grande no fue el resumen de la tarde, sino su consecuencia lógica. Pero la verdadera historia estuvo en lo que ambos —y también Marín— pusieron en cada muletazo, en cada intento.
Pamplona sigue siendo, al final, el ruedo donde la verdad pesa más que la foto.
📋 Ficha del festejo:
Pamplona, España. — Plaza de toros de Pamplona. Noveno festejo de abono de la Feria de San Fermín. Lleno en los tendidos. Tarde con lluvia durante la lidia de los dos primeros toros.
Se lidiaron toros de La Palmosilla, de juego variado.
- Jiménez Fortes: Oreja y oreja.
- Fernando Adrián: Silencio tras aviso y dos orejas tras aviso.
- Ginés Marín: Silencio tras aviso y oreja tras aviso.

Foto: Cortesía 












