Para los jóvenes

Luis Wertman Zaslav La memoria es un activo social indispensable para fortalecer principios, identidad, y construir un mejor futuro. Recordar lo que vivimos como nación es aprender de un camino andado, cuyos pasos son una lección sobre lo que se debe y no se debe repetir. No hace muchos años, la constante en la relación

Continue Reading →



Luis Wertman Zaslav

La memoria es un activo social indispensable para fortalecer principios, identidad, y construir un mejor futuro. Recordar lo que vivimos como nación es aprender de un camino andado, cuyos pasos son una lección sobre lo que se debe y no se debe repetir.

No hace muchos años, la constante en la relación entre gobernados y gobernantes era la lejanía, cuando no la tolerancia a los problemas sobre los que no parecía haber solución. Esta apatía social estaba bien justificada, porque las expectativas en un sistema que decepcionaba tanto eran tan bajas, que la única esperanza ciudadana era que pudiéramos mantener ciertas condiciones de vida que nos dieran tiempo de organizarnos para impulsar un cambio pacífico en un país que contaba con todo el potencial para destacar al nivel de sus recursos naturales y sociales.

Hace cinco años, de nuevo, por la decisión mayoritaria de la población, se dio un viraje que ha ocasionado un cambio de época, cuyo impacto nos hace olvidar cómo era el país antes y cuáles son las aportaciones que se han consolidado en este sexenio.

Comienzo con la política de apoyo social a grupos vulnerables que hace dos décadas eran simplemente olvidados, siendo el caso más conocido el de las pensiones a las y los adultos mayores que hoy es un derecho constitucional.

Históricamente, la pensiones por jubilación en México no han sido suficientes para una vejez digna y, en lo corresponde a millones de mujeres, inexistente porque el trabajo en el hogar apenas es considerado como una actividad económica. Es decir, llevar una casa y atender una familia, no jubila.

Más de veinte años atrás, discutir una renta mínima universal para personas arriba de los 65 años ni siquiera era posible, porque no estaba en la agenda de ninguna autoridad o de algún cuerpo legislativo. Lo que se pudiera ahorrar vía pensión, cada vez con menor valor a pesar de la creación de las Afores, o de cualquier otra forma era lo que determinaría la condición en la que se llegaba a la última etapa de la vida.

Me constan los abusos y las malas condiciones en las que sobrevivían miles de adultos mayores antes de que en el año 2000, el Gobierno del entonces Distrito Federal iniciara el primer programa apoyo a ese segmento. Luego, cuando estaba al frente de una organización civil dedicada a la atención de víctimas del delito, tuve más información de primera mano, porque abrimos una línea telefónica dedicada únicamente a escuchar y atender adultos mayores en la Ciudad de México y en todo el país.

Ese fue un punto de quiebre al que se le sumaron los apoyos a madres solteras, cabezas de familia que se hacen cargo de hijos, madres, padres y hasta hermanos; becas para los jóvenes, que debemos reconocer fueron estigmatizados de manera injusta con el mote de “ninis”, cuando son uno de los bonos ciudadanos que nos siguen haciendo económicamente competitivos a nivel mundial; entre otras políticas de educación y de salud gratuitas para que hubiera inclusión y se abrieran oportunidades que se daban por canceladas.

Ya una realidad, estos programas se convirtieron en agenda de todos los que aspiraban a un puesto público. Aunque ninguna de las copias ha sido tan exitosa como la iniciativa original, en este momento hablamos de derechos adquiridos que son ley y además están profundamente arraigados en nuestra sociedad.

Esa es una diferencia que las y los jóvenes no deben olvidar. México tuvo un periodo en el que la economía permitió un Estado de Bienestar que en menos de medio siglo se fue desmantelando para trasladarlo a un esquema privado que siempre tendrá un defecto: solo puede aprovecharlo quien puede pagarlo.

Este sexenio ha marcado una distinción en ese modelo y, con respeto a todas las opiniones, el denominador común es que la educación, la salud y la seguridad, no pueden ser servicios que solamente estén bajo la lógica del mercado. Ningún país desarrollado puede mantener un modelo así, por eso varios se encuentran en profundas crisis sociales, aceleradas por la pandemia y sus efectos sobre la evidencia de una desigualdad que impide prosperar a la mayoría.

Podremos dialogar sobre nuestras diferentes visiones acerca de lo que ocurre en el país, pero una cosa es cierta: los tema que hoy tratamos, en el pasado eran impensables, aunque siempre fueron el origen de muchos de nuestros problemas. Las y los jóvenes deben recordarlo para que este sea el piso sobre el cual edifican el país que les tocará gobernar.