Inauguración de París 2024: de la nostalgia a lo apoteósico con la Delegación Mexicana orgullosa y un pebetero aéreo

París se vistió de gala para recibir a las más grandes leyendas del deporte mundial, quienes se convirtieron en los protagonistas de una ceremonia inolvidable.



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Enviado / París, Francia.- Teddy Riner y Marie-José Pérec tomaron sus antorchas para incendiar un enorme globo aerostático. Se trató del primer pebetero aéreo de la historia de los Juegos Olímpicos en París 2024, en un homenaje al invento de los hermanos Montgolfier, quienes realizaron la primera demostración pública de ese invento el 4 de junio de 1783 en Francia, donde su sueño de llegar hasta el cielo se hizo realidad. Tal y como el sueño de cientos de atletas podrá materializarse con una presea durante los próximos días.

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A partir de esta noche de 26 de julio, esta antorcha volará por la capital francesa para dar un mensaje de paz, unión y lucha para todo aquel que mire al cielo en busca de respuestas, mismas que estarán en la sabiduría de la llama eterna del olimpismo. Y así como un 14 de julio de 1789, Francia ardió de gloria con la toma de La Bastilla, casi 250 años después vuelve a hervir —esta vez— al calor del deporte.

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Todo comenzó con un mensaje de paz y unión de la exatleta refugiada Yusra Mardini abrió el telón de la magna fiesta que une al mundo. Aquel ángel que jaló un barco del naufragio al escapar de la guerra de Siria, es ahora el estandarte del olimpismo gracias a que formó parte del Equipo de Refugiados en Río 2016.

Le siguió António Manuel de Oliveira Guterres, secretario general de la Organización de ls Naciones Unidas (ONU), quien fue abucheado por un sector del público debido a su indiferencia hacia la invasión de Israel en Palestina. De pronto, una toma abierta del Stade de France enloqueció a la gente postrada a las orillas del Sena, sobre todo cuando apareció un viejo ídolo, Zinedine Zidane.

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El ganador de la Copa del Mundo 1998 tomó la antorcha olímpica de las manos de un despistado que supuestamente no se enteró de que la inauguración se haría por primera vez fuera de un estadio y la llevó por las calles de la capital francesa. Ingresó al metro y una falla eléctrica provocó que Zizou tuviera que ceder el fuego a un niño. Acto plagado de simbolismo con un guiño a la alegoría de la Caverna de Platón.

Y si de referencias hablamos, hasta una rata apareció en el video, porque si algo ha tratado de normalizar el gobierno local ante la imposibilidad de controlar esta plaga en la ciudad, son los roedores. De pronto, el niño salió de un bote hacia el exterior y con ello, inició el tradicional desfile de atletas, esta vez, de esta disruptiva manera en embarcaciones.

El primero en salir, por supuesto, fue Grecia, misma que ha encabezado el desfile desde los Juegos Olímpicos de 1928 en Ámsterdam, en un reconocimiento a su importancia como cuna del olimpismo hace más de 3 mil años. Y luego el Equipo de Refugiados. Uno a uno los países comenzaron a aparecer en barcos compartidos, y en un hecho insólito, se alternó el show con el desfile y apareció Lady Gaga para levantar los ánimos con su música.

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Y no podía faltar, por supuesto, la moda. Un vídeo sobre la elaboración de las icónicas maletas Louis Vuitton apareció en las pantallas y precisamente en una de esas valijas se guardó la antorcha en un tramo de su recorrido, justo cuando la lluvia comenzaba a caer con más fuerza para amenazar su curso. Una protección divina de los dioses del Olimpo.

Las artes no podían faltar en esta oda a la cultura francesa. Primero fue la danza, luego la música metal con un espectáculo que incluyó pirotecnia mientras Gojira tocaba bajo la cada vez más estruendosa lluvia, para después dar pie a la tradicional ópera mientras las banderas se ondeaban una a una por los cielos parisinos. Y así llegó la de México, portada con orgullo por Alejandra Orozco y Emiliano Hernández, cuyos ojos se cristalizaron mientras decenas de connacionales los saludaban desde las orillas del Río.

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Vestidos con un vistoso uniforme con predominante color rosa mexicano con blanco y negro, los miembros de la Delegación Mexicana iban en uno de los 85 barcos junto con Micronesia, Mónaco y Moldavia. Posteriormente, un homenaje al cine francés y a la ciencia ficción, mientras la antorcha llegaba al Museo de Orsay.

Posteriormente, la pasarela Debilly junto con una sesión de DJ, dieron los últimos toques a la fiesta en la que un total de 205 delegaciones y 6 mil 800 atletas desfilaron ante los aplausos de los cerca de 320 mil espectadores que poco les importó la incesante tormenta. Así, la celebración se acercó a la Torre Eiffel, donde arribó la bandera olímpica secundada por cada una de las banderas presentes.

Allí, Tomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), emitió un discurso solemne, pero que se contrapuso con la postura del organismo de admitir a Israel y no a Rusia, a pesar de que no abiertamente ataca en Gaza, mientras que el otro se victimiza a pesar de haber atacado Donbass en 2014 para provocar el hartazgo de los rusos.

“Celebremos este espíritu olímpico de vivir la vida en paz, como la única humanidad, unida en toda nuestra diversidad”, fue parte del discurso de Bach, mismo que dio paso al intercambio de antorchas, nuevamente de Zizou, ahora con Rafael Nadal, sí, un español en plena fiesta francesa.

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Y cómo no iba a estar presente el balear, si le pertenece un pedazo de tierra de París ubicado en la cancha de la Philippe Chatrier, donde su nombre es sinónimo de gloria. También hubo espacio para Tony Parker, aquel movedor de pelota en la dinastía de los San Antonio Spurs en la NBA.

Y también Amélie Mauresmo, porque cada leyenda gala tuvo su merecido homenaje en la noche más nostálgica de París, misma que culminó con el encendido de la antorcha aerostática por parte de los atletas Teddy Riner y Marie-José Pérec, quienes hicieron volar la llama olímpica por primera vez en todos los tiempos.

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Acto seguido, apareció  Céline Dion en la cima de la Torre Eiffel para cantar a pesar de su delicado estado de salud, con esa mirada única de los destinados a la gloria eterna. Una velada parisina que quedará para el resto de los tiempos.

Reuters