GERARDO GUTIÉRREZ
Voces gubernamentales y de algunos analistas afirman que en estos últimos años ha habido un avance significativo en materia social en México, en particular, reducción de la pobreza y aumento en derechos sociales. Esa aseveración no se sostiene. Se basa en un manejo cuestionable de los datos y mucha retórica.
De entrada, ya resulta difícil de pensar en tal mejoría cuando el PIB per Cápita había retrocedido a niveles de hace ocho años a inicios de este año. Desde luego, esa es una medida muy general, pero indica que el país terminará un sexenio sin un amento en el ingreso disponible para la población, en el mejor de los casos. Sobre todo, sobran datos que perfilan que, lejos de un avance, hay un retroceso importante en materia social. Además, en las mejoras aducidas está por verse si serán perdurables.
En empleo formal, el promedio mensual de generación de puestos en este sexenio, hasta agosto de este año, es de menos de 324 mil, apenas la mitad que el de la administración pasada y por debajo sexenio que antecedió a ésta. Si la inercia se mantiene, se habrán creado cerca de 2 millones de empleos. Ni el 50% de los generados en el periodo anterior y similar al de 2006-2012. Como se sabe, deberíamos estar generando alrededor de un millón anuales.
En estos años prácticamente se ha duplicado la tasa crítica de ocupación (población ocupada que trabaja menos de 35 horas semanales, la que trabaja más de esas horas pero con ingresos inferiores al salario mínimo y la que labora más de 48 generando hasta dos salarios mínimos). Han alcanzado niveles de alrededor del 30% para ambos sexos.
Por si fuera poco, el nuevo empleo se concentra en niveles salariales bajos, con una estructura de mercado laboral menos compleja. Los puestos formales agregados en esta administración, casi un millón 539 mil, son el resultado neto de la variación en los diferentes niveles salariales: se crearon 82 mil plazas de un salario mínimo, 4 millones 792 mil de dos y 317 mil de 13. Todos los demás tuvieron pérdida neta.
En cuanto a la pobreza, de acuerdo con el Coneval, en 2022 se registró una disminución de 5.6% respecto a 2018. Sin embargo, investigadores de la UNAM han apuntado que ésta fue casi cero (0.1%), haciendo comparables las cifras con las anteriores. El INEGI no ha publicado cifras del Modelo de Continuidad Estadística (MEC) para despejar las dudas.
Como sea, los propios datos oficiales muestran que la pobreza extrema aumentó en ese lapso, muy poco en porcentaje, 0.1%, pero mucho en la población que la padece: cerca de 400 mil personas más.
Más aún, todo indica que la estrategia de programas sociales, centrada en transferencias de efectivo, ha acabado favoreciendo más a grupos de ingresos relativamente altos y menos a quienes más lo necesitan. Entre tanto, se descuidan la disponibilidad y la calidad de servicios básicos, como salud y educación.
En 2018, el 16.2% de la población no contaba con acceso a los servicios de salud, 20.2 millones de personas. Para 2022, el porcentaje fue de 39.1%, 50.4 millones de personas. Más de 30 millones de personas más en cuatro años, un incremento de 151 por ciento. Esta caída ha sido especialmente abrupta en los estados con mayor pobreza.
En Chiapas, en 2018, el 17.6% de la población no contaba con ese acceso, 939.7 mil personas. En 2022, fue más del 66%, más de 3 millones 764 mil personas. En Guerrero, en ese lapso se pasó del 13.3%, 482.7 mil personas, al 52.7%, casi un millón 900 mil. En Oaxaca, del 16.3%, 650.7 mil personas, a 65.7% en 2022, más de 2 millones 792 mil.
En el mismo sentido, México fue uno de los países con mayor exceso de muertes durante la pandemia, 39.1%, lo que equivalió a más de 793.6 mil fallecimientos. Con ello, también fue uno de los que tuvieron una mayor caída en la esperanza de vida, casi cinco años menos que en 2019, a 70.1 años.
En educación, la organización Signos Vitales estima que la pandemia dejó pérdidas de hasta 1.5 años de aprendizaje de 2019 al 2021, por el cierre de escuelas. El menoscabo en lectura y matemáticas fue más profundo para los más pequeños y más pobres: incapacidad en los niños menores de 10 años de leer y comprender un texto adecuadamente o resolver problemas de tres cifras. A pesar de ello, la SEP no ha implementado programas remediales, como en el resto del mundo.
Por si fuese poco, por tercer año consecutivo se ha registrado una caída en la matrícula de educación media superior, de 2.5%, y una de 0.5% en superior. Según especialistas, ahora menos hogares en pobreza están recibiendo apoyos educativos (Becas Benito Juárez) de lo que recibían en 2018 (Prospera). Muy importante: ya no tenemos una institución autónoma que evalúe la calidad del aprendizaje ni aplicación de pruebas internacionales.
La salida efectiva de la pobreza, es decir, para que sea sostenible, implica movilidad social. Difícilmente puede haberla con los datos que tenemos: dudosa reducción de la pobreza y aumento de la extrema, tan bajo crecimiento económico y del empleo formal, así como deterioro masivo en salud y educación.
Los países que han logrado sacar a millones de personas de la pobreza en periodos de tiempo relativamente breves, como China y otros de Asia, lo hicieron con años de fuerte crecimiento económico y una importante inversión en salud y educación. Eso no está ocurriendo en México.
En el combate a la pobreza hay mucha diferencia entre un avance coyuntural y con bases precarias, y por tanto potencialmente efímero, y uno estructural, sostenible a largo plazo.