PT: el hermano incómodo de Morena

Reginaldo Sandoval, coordinador del PT, declaró que la relación con Morena está “congelada por su soberbia”, marcando una creciente rebelión interna



Cuando no hay enemigos enfrente, el primer disparo viene de casa. Esta semana, Reginaldo Sandoval, coordinador de la bancada del Partido del Trabajo (PT), sentenció: “La relación con Morena está congelada por su soberbia”. No es una frase menor. Es la declaración formal de una rebelión que crece en silencio.

SOBERBIA

La gota que derramó el vaso ocurrió en Veracruz. El 25 de abril, Sandoval destapó el malestar, acusando de soberbia a Morena. La razón: decidieron excluir al PT de la alianza electoral en ese estado y caminar solo con el Verde Ecologista. Una decisión que, más que estrategia, sonó a desprecio.

“Cuando no hay oposición fuerte enfrente, empiezan a ver competencia a la izquierda”, soltó Sandoval ante los medios. Y tenía razón. Sin el PT, Morena pierde algo más que simpatía. Sus 49 diputados y seis senadores sostienen la mayoría calificada en el Congreso. Sin ellos, las reformas constitucionales se congelan.

Pero esto no es una pelea de principios. Es una disputa por el botín. La eterna necesidad del político mexicano promedio de hacer que “la revolución le haga justicia”. Y para el PT, esa justicia no llegó con la nueva transformación.

ABUCHEOS Y RUPTURA

La molestia del PT no quedó en comunicados. Llegó hasta su Congreso Nacional. Gerardo Fernández Noroña, presidente del Senado, histórico aliado del PT y recién afiliado a Morena, fue abucheado y expulsado del recinto por sus antiguos compañeros.

“No voy a compaginar ninguna política de sectarismo”, dijo antes de irse. Pero las imágenes fueron más elocuentes: el PT no olvida. No perdona a quien cambió de bandera para repartirse el botín de cargos tras la elección de 2024.

La ruptura ya no es ideológica ni discreta. Es emocional y escandalosa. Se grita, se expulsa, se señala. Y cuando la lealtad se rompe en público, la reconciliación es casi imposible.

REBELIÓN EN OAXACA

El resentimiento del PT no es nuevo. En Oaxaca, el fuego lleva mucho tiempo encendido. Benjamín Robles Montoya, su líder estatal, acusa al gobernador morenista Salomón Jara de traicionar los principios de la ‘4T’: despidos masivos, hospitales en crisis, persecución política y corrupción rampante.

El Congreso local, bajo control del gobernador morenista, aprobó la eliminación de más de mil plazas laborales. Una purga silenciosa disfrazada de ahorro. Lo curioso es que la oposición no vino de la derecha, sino del otro extremo: del PT.

Y lo que molestó en Veracruz y estalló en Oaxaca, ahora envenena San Lázaro. El PT apoyó el desafuero de Cuauhtémoc Blanco mientras Morena maniobró para protegerlo. También se enfrentaron por la recepción a diplomáticos de Marruecos, repudiada por los petistas. Y chocaron frontalmente por el anuncio de la reforma electoral que promete recortar el financiamiento público a partidos políticos, afectando a fuerzas pequeñas como ellos.

LA FACTURA

Morena supo construir mayorías. Pero no ha aprendido a sostener alianzas.

Hoy, su arrogancia le cuesta algo más que simpatías: le cuesta gobernabilidad. Sin el PT, no hay dos tercios en Diputados. Sin dos tercios, no habrá más transformaciones desde la Constitución.

El PT ya no quiere jugar a ser socio menor. Hoy amenaza con convertirse en fuerza de veto. Y en política, quien puede vetar, puede negociar. O puede destruir.

La advertencia de ruptura no es un accidente. Es una consecuencia lógica. Veracruz fue la primera gran grieta. Los abucheos a Noroña fueron la declaración de independencia. Oaxaca es el aviso de que la rebelión se organiza.

Morena construyó su hegemonía con alianzas. Hoy, su soberbia amenaza con destruirla. Porque si desprecias a quienes te sostienen, la derrota empieza dentro de casa.