Radio y televisión deben promover la cultura

Esta frase pronunciada por mí en abril de 1972 fue la cabeza de un artículo periodístico, que conservo, cuando dirigía las tareas de la Comisión de Radiodifusión (hoy RTC). Recordemos los tiempos en los cuales se creó la oficina que recibiría de los concesionarios de radio y televisión (radiodifusores) el impuesto convenido del 12.5 por

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Esta frase pronunciada por mí en abril de 1972 fue la cabeza de un artículo periodístico, que conservo, cuando dirigía las tareas de la Comisión de Radiodifusión (hoy RTC).

Recordemos los tiempos en los cuales se creó la oficina que recibiría de los concesionarios de radio y televisión (radiodifusores) el impuesto convenido del 12.5 por ciento del tiempo de transmisión. Eran los meses finales de 1969. Antaño se convenía de manera muy formal la utilización del espacio, y se respetaban las decisiones gubernamentales. Sin más. En radio y en televisión.

Pero pasaron poco más de 30 años, y las autoridades respectivas en el gobierno de Vicente Fox disminuyeron a la brevedad lo logrado con tantos trabajos. Hoy los tiempos oficiales son administrados por la oficina de RTC y son contadas las transmisiones. Quiero creer que es cuestión de presupuesto. Las leyes nada dicen al respecto. ¿Se hablará de este tema en posteriores reglamentaciones?

Hace casi 25 años que se promulgaron la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, y la Ley del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano. Ambas leyes inciden en dos temas fundamentales del México moderno: la telefonía y la televisión. Los monopolios voraces han ofendido gravemente a la sociedad en el uso y abuso de ambos temas. Y no últimamente, sino desde que las autoridades claudicaron de sus deberes y permitieron los abusos.

El siglo 21 es el siglo de la información. Sólo basta con echar una mirada al cúmulo diario de noticias para darnos cuenta del avance inusitado de la ciencia y la tecnología en nuestra sociedad. También quiero creer que ambas leyes han contemplado estas posibilidades, a futuro.

¿A qué velocidad se comunican ahora los grupos humanos? ¿Podría alguien imaginar individuos o grandes empresas cuya actividad total subsista sin la presencia de satélites, televisiones, celulares, tabletas, etc., que lo mismo enlazan a las personas en un instante y sin las barreras de la distancia organizan, guían, forman, entretienen y gobiernan una buena parte de las naciones?

No dejaremos de asombrarnos de las maravillas que ya hemos visto y las que nos aguardan; pero tampoco dejaremos de pensar en lo que los comunicólogos escriben con justeza cuando advierten que el exceso en la tecnología nos adormece y no permitirá el libre fluir de las ideas y de los razonamientos que distinguen al ser humano por encima de todas las demás especies que pueblan la tierra.

Es bien sabido que todo arte tiene su raíz en la comunidad social.  En ella nace, impulsa o se contradice; pero aún por su propio nombre, el arte popular, la cultura popular, constituyen el arte social por excelencia.

Comprender la cultura popular es más que un pasatiempo; es un compromiso moral, sobre todo si entendemos que es la raíz primera y la más honda de la identidad nacional.  La historia nos ha demostrado que sólo los pueblos que han sabido preservar y tonificar su cultura pueden librar el aislamiento para acceder al futuro. Por ello es imprescindible que los mexicanos, principalmente los gobernantes entiendan y quieran a México. Decía un viejo político que “el presidente debe ser el mexicano que más quiera a México”.

La cultura popular es, por tanto, una compleja gama de símbolos y valores que la comunidad gesta y desarrolla, recrea, preserva y enriquece y con la cual se identifica y se vincula incorporándola, integrándola a su modelo social de vida.

La cultura popular quiere decir el sueño compartido, la inagotable energía, el poder de la creación estética, el milagro de la belleza.  La cultura popular ha sobrevivido a todas las tempestades, porque el proceso de recreación le devuelve a cada instante la posibilidad del florecimiento.

México, nuestro país, es uno de los ejemplos más claros del impulso de los herederos de la grandeza humana y la perfección estética: mosaico plural y diverso de expresiones minúsculas y de mentalidad cósmica, de creencias y búsquedas, de diferencias y acercamientos que se funden cada día en un sólo crisol que continúa vivo para robustecer nuestro destino como nación madura, plena de posibilidades.

Alguien se preguntaba: ¿seremos capaces de asumir, como seres humanos civilizados, la responsabilidad social de fortalecer y de proteger el arte popular, la raíz profunda de la identidad nacional?

Para definir nuestro perfil de mexicanos tenemos que mantener vivo el espíritu vigoroso y fecundo de la tierra múltiple; debemos preservar y consolidar la expresión auténtica, la dignidad del lenguaje, el trazo firme, la comunicación directa, el tono del color y el ritmo de la melodía que queremos.

Sólo con esa mira lograremos conservar lo perdurable y trascendente, el mensaje que, en el decurso de la historia, paso a paso, nuestros antepasados han logrado transmitir para que las nuevas generaciones lo repitan y renueven.

 

Fundador de Notimex

Premio Nacional de Periodismo

pacofonn@gmail.com