Reflexión de sexenio: racismo y López Obrador

A raíz de las reflexiones del fin de sexenio de López Obrador, quiero analizar si el presidente influyó en este punto de inflexión.



En mi columna anterior, exploré cómo vivimos un momento de inflexión en las relaciones étnico-raciales en México. A raíz de las reflexiones del fin de sexenio de López Obrador, quiero analizar si el presidente influyó en este punto de inflexión.

Mi conclusión es que sí—al menos desde el oficialismo presidencialista—López Obrador contribuyó a un cambio en la conversación sobre el racismo. Creo que, al menos desde Lázaro Cárdenas, es el presidente más proactivo en el tema. Apenas eh observado unos cuatro sexenios y todos han sido reactivos ante esta política. Por ejemplo, Salinas y Zedillo reaccionando ante el EZLN; o Fox y Calderón apenas notando el reconocimiento constitucional afrodescendiente.

Si bien del dicho al hecho hay mucho trecho, creo que la narrativa sobre este tema fue intencional desde el principio. De hecho, en un discurso hace un par de años, al enumerar los principios de la 4T, el expresidente colocó la atención a los pueblos indígenas en primer lugar de dicha lista de principios.

Incluso, era significativo que el movimiento político del presidente se llamara MORENA, un nombre mariano con una clara identidad racial.

Y si algo fue, fue claro en su lenguaje. Otros presidentes hablaron de combatir la discriminación económica, pero enfocándose más en el crecimiento generalizado que en la redistribución y antidiscriminación. Es decir, abordaban el tema económico, pero no el clasismo. López Obrador fue más allá: habló del clasismo y puso abiertamente el término racismo sobre la mesa. Esto no es menor porque en México es común afirmar que “no hay racismo, solo clasismo.”

Es cierto que lo hizo de manera confrontativa. Pocas veces lo hizo desde el simbolismo y la conciliación, como cuando inició con el Bastón de Mando, y más veces lo hizo desde la polarización. En las mañaneras introdujo la caricatura del fifí contra el chairo. También mencionó la “mafia neoporfirista”, un término que aludía tanto al neoliberalismo como a Porfirio Díaz, un presidente moreno que usaba polvos para blanquear su piel. Incluso, pidió a la Corona española disculparse por la colonización. Declaraciones más divisorias que el ya nada entretenido Chivas-América.

Pero bueno, junto a estas y más narrativas, también impulsó políticas públicas en economía, educación y el sistema constitucional. Por ejemplo, se incrementaron las transferencias de efectivo como el Programa para el Bienestar Integral de los Pueblos Indígenas (PROBIPI), que apenas llegó a 5,000 personas en 2023 y 2024. En Educación, se hicieron modificaciones a los libros de texto que incluyen estos temas y se presentó un conjunto de textos gratuitos en 20 lenguas indígenas nacionales. Además, se realizaron cambios al artículo 2º constitucional, reconociendo a los pueblos afrodescendientes e indígenas como sujetos de derecho—tema que abordaré en otra columna.

Y aunque pareciera que sí, no vengo a defender a AMLO, pero creo que su sexenio sí contribuyó a abordar el racismo. Claramente, existen contraargumentos.

Todos los ejemplos que puse son descripciones o intuiciones, y más bien necesitamos una evaluación de impacto de los programas. Sobre todo, evaluaciones enfocadas en identificar cambios en las condiciones materiales de las personas racializadas, como la educación, el empleo, los salarios. O evaluaciones que midan las experiencias de discriminación utilizando los conceptos e instrumentos creados por el INEGI (ENADIS) y la academia.

Otros contraargumentos incluyen políticas que tendrán efectos diferenciados en poblaciones racializadas, como la eliminación del sistema de salud y la creciente militarización de la seguridad pública. Ambas instituciones tienen un alcance significativo en poblaciones rurales y racializadas; en particular, la Guardia Nacional tiene un impacto en poblaciones como los migrantes. También se acusa a los programas de transferencias de ser clientelistas. Además, se critica que AMLO condenó a las élites pero benefició a los súper ricos.

Creo que cada punto vale la pena discutirlo en una columna por separado, pero mi intuición sigue siendo que el gobierno de López Obrador contribuyó, en su medida, a combatir el racismo. Creo que por algún tiempo será difícil que los políticos accedan a posiciones de alto nivel sin mostrar una sensibilidad clara hacia estos temas. Incluso Claudia Sheinbaum, una mujer judía y blanca, ha incorporado el lenguaje racismo en sus discursos, recibió el Bastón de Mando, continúa pidiendo la disculpa a la Corona Española, y vaya, hasta ha puesto a una mujer indígena como su emblema sexenal.

Maestro en políticas públicas por la Universidad de Harvard y en Economía por el ITAM.