Expresidentes y exconsejeros del IFE-INE, como Lorenzo Córdova y José Woldenberg, presentaron un proyecto de reforma electoral. No fue cualquier documento: era un aviso sobre el posible fin del sistema electoral como lo conocemos.
Dijeron que Morena llegó al Congreso con una sobrerrepresentación ilegal. Que la mayoría calificada se construyó con amenazas y extorsiones. Y que esa mayoría quiere ahora diseñar las reglas electorales de los próximos 30 años.
Su propuesta no es menor. Plantean una Cámara de Diputados donde la mitad sean plurinominales, un Senado elegido por pura representación proporcional y un INE blindado con consejeros nombrados por mayoría calificada en el Senado. Traducido: cerrar la puerta a la tentación de manipular elecciones desde el Ejecutivo.
Advirtieron algo que muchos prefieren ignorar: una reforma electoral aprobada por un solo bloque puede envenenar la legitimidad de cualquier elección futura. Y convertir las urnas en pura simulación.
NO PASARÁ
El lunes, Claudia Sheinbaum contestó en tono firme. Dijo que su gobierno no quiere “duplicar plurinominales” ni llenar el Congreso de legisladores que “nunca pisan el territorio”. Para ella, las listas de representación proporcional son el ejemplo perfecto de una democracia que no escucha a la gente.
“Hay que preguntarle al pueblo si quiere más plurinominales“, dijo en su conferencia. También acusó que los mismos expertos nunca abrieron la boca cuando el fraude de 2006 o la compra del voto en 2012.
Pero su crítica deja una pregunta incómoda: si la reforma es para “abaratar la democracia“, ¿por qué la prioridad es recortar al INE y reducir plurinominales? ¿O es una revancha contra un modelo que incomoda al partido gobernante?
LA RUTA DE LA REFORMA
Lo único claro es que la propuesta de Sheinbaum está cocinándose. Ya adelantó tres ejes: menos dinero a los partidos, adiós a los pluris y elecciones más baratas. Y como una posibilidad: voto popular para elegir consejeros.
Esta última idea suena atractiva para muchos. Pero también abre un riesgo: politizar al árbitro electoral. Si los consejeros dependen de campañas, de partidos y de pleitos en redes sociales, ¿qué garantiza que tomarán decisiones libres de presiones?
Mientras tanto, Guadalupe Taddei, presidenta del INE, se notó incómoda. Admitió que elegir consejeros por voto popular sería “un camino escabroso”. Lo que no dijo sobre la elección judicial, ahora lo sugiere cuando su propio cargo está en juego.
LA ÚLTIMA CARTA
Lo dijo Ricardo Monreal con su estilo: “No tenemos ni proyecto, ni esqueleto, ni propuesta formal. Habrá que construirla desde cero”. Pero todos saben que cuando Morena arranca un debate, ya tiene listo el final. Y ese final puede empezar en septiembre.
La reforma electoral es uno de los grandes pendientes que AMLO no pudo concretar. Primero lo intentó en 2022. No pasó. Luego con el plan B. Sí pasó, pero la Corte lo tumbó.
Ahora, con Sheinbaum en Palacio, la correlación de fuerzas cambió. Morena y sus aliados tienen los números para aprobar cualquier cambio constitucional. Siempre que repartan algo al Verde y al PT, que también cobran por su voto.
La reforma electoral será la última batalla de este gobierno. La última frontera para lograr el poder absoluto. Y también su gran tentación: diseñar un sistema electoral para permanecer por varios sexenios.
EL DATO INCÓMODO
El AICM cayó del lugar 34 al 50 en el ranking mundial de aeropuertos, según Milenio. No sorprende: su Tarifa de Uso de Aeropuerto (TUA) sigue pagando el cancelado aeropuerto de Texcoco, mientras el obradorismo apostó por el AIFA. Tres años seguidos de descensos coronan el abandono de la principal terminal aérea del país.



