Claudia Sheinbaum retomó la idea de impulsar una reforma electoral. Y lo hizo no por convicción democrática, sino por revancha. Reaccionó a lo que hicieron cinco consejeros del INE al analizar la elección judicial: exhibir las graves irregularidades del proceso.
Herencia obradorista
La propuesta de una reforma electoral no es nueva. Fue uno de los primeros anuncios de López Obrador tras las elecciones de 2021, cuando se alejó de la mayoría calificada en el Congreso y perdió la mitad de las alcaldías en la CDMX.
Su primera versión fue una reforma constitucional que proponía desaparecer el INE para crear el Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC). También planteaba que los consejeros electorales fueran elegidos por voto popular. Igual que los jueces, magistrados y ministros.
Además, planteaba reducir legisladores, eliminar tribunales e institutos electorales estatales y cortar el dinero a los partidos. Pero ahí vino el primer freno: PT y PVEM se opusieron a lo último. ¿Por qué? Porque les quitaba recursos. Porque los ponía al borde de perder el registro.
Y así, sin mayoría calificada, la reforma murió.
El plan B
Pero no se quedaron quietos. Obrador presentó el famoso plan B: cambios a leyes secundarias que sí podían pasar con mayoría simple. Y lo lograron. Morena y aliados lo aprobaron.
Hasta que la Suprema Corte lo tiró por inconstitucional, al violar el proceso legislativo.
Esa decisión, junto con otras como invalidar la reforma de la Guardia Nacional, encendió la mecha. En febrero de 2024 se presentó un nuevo paquete de reformas constitucionales. Otra vez incluyó la reforma electoral, con ajustes, pero el mismo espíritu: borrar al INE y reemplazarlo por el INEC.
Pero esa tercera reforma tampoco pasó. No fue aprobada por el Congreso anterior. Y sin dictamen, quedó desechada.
Elección del acordeón
La sesión extraordinaria del INE, donde se analizó la elección judicial, cambió el tablero. Cinco consejeros denunciaron irregularidades graves. No sólo la abstención de 87 millones de personas. No sólo que uno de cada cinco votos fue nulo.
Hablaron de casillas con más del 100% de participación. De boletas sin doblar, con la misma caligrafía. Y del elefante en la sala: la mayoría de los ganadores coincidía con los nombres de los acordeones repartidos por operadores políticos.
Con esos datos, se propuso “no validar” la elección judicial. Una atribución del INE reconocida por la Constitución. Pero la propuesta fue rechazada: seis votos contra cinco.
La cuarta es la vencida
Claudia Sheinbaum acusó que el INE “se extralimitó”. Dijo que eso era facultad del Tribunal Electoral. Pero no es verdad. El instituto electoral sí puede declarar la no validez de una elección.
Y después vino la frase explosiva: “Hace falta una reforma electoral”. Anunció que presentará una nueva iniciativa, como ya había adelantado en sus 100 puntos de gobierno.
Otra vez, la lógica es la misma: quitar lo que estorba. No para defender la democracia. No para proteger derechos. Simple y llanamente, para que el nuevo enemigo deje de ser una incomodidad.
Pero esta vez no será tan fácil. A diferencia de la reforma judicial, la reforma electoral pondrá a prueba la unidad de Morena, el Verde y el PT. Y no es un secreto: sus aliados no quieren perder recursos públicos ni arriesgar su registro. Pusieron trabas con el plan B. Pueden hacerlo otra vez.
El dato incómodo
En sólo cinco meses, México importó 430 mil toneladas de maíz blanco, 164% más que en 2024. Sinaloa, antes granero nacional, cayó a su peor cosecha. Y en Palacio Nacional decían que “sin maíz, no hay país”.




