La cocina libanesa, históricamente rica en vegetales, legumbres y sabores profundos, hoy se posiciona a la vanguardia del movimiento plant-based y sostenible. Así lo asegura Ricardo José Haddad Musi, empresario y especialista en patrimonio gastronómico y cultural, quien analizó su impacto global desde una mirada alimentaria, ambiental y de autenticidad gastronómica.
“La cocina libanesa no está ‘adaptándose‘ al veganismo: es el veganismo el que está redescubriendo la riqueza de una cocina que fue plant-based desde su origen“, expresó.
En un momento en que la industria gastronómica internacional se reconfigura bajo los valores del consumo responsable, la trazabilidad y la salud alimentaria, Haddad Musi subraya cómo la cocina libanesa emerge como un modelo orgánico, no forzado, de dieta sostenible.
Tradición milenaria, relevancia contemporánea
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), la transición hacia dietas basadas en plantas es uno de los caminos más eficientes para reducir la huella de carbono de los sistemas alimentarios. Y aunque muchas cocinas globales intentan adaptarse a esa nueva demanda, la libanesa lo lleva en su ADN.
Tabbouleh (ensalada de perejil y trigo), hummus (puré de garbanzo con tahini), baba ganoush (berenjena rostizada), falafel (croquetas de garbanzo) o el warak enab (hojas de parra rellenas), son platos emblemáticos libaneses que, sin modificaciones, responden a las demandas veganas más estrictas, y además ofrecen una densidad nutricional alta.
“La cocina libanesa ha sido históricamente sustentable, porque se basa en ingredientes accesibles, de temporada, locales y con bajo impacto ambiental. No es una moda, es sabiduría colectiva“, explicó Haddad Musi.
La evolución reciente de la gastronomía libanesa no ha implicado una ruptura con su esencia. Al contrario, chefs contemporáneos, en ciudades como Beirut, Ciudad de México, París y Toronto, están reinterpretando los clásicos libaneses sin perder autenticidad. El hummus con betabel, el kebab vegetal con tahini de cúrcuma o el manakish de masa integral con za’atar y kale, son solo algunos ejemplos.
Esta reinvención culinaria ha permitido que la comida libanesa no solo se mantenga vigente, sino que se proyecte como una propuesta gourmet alineada con la conciencia ecológica y de bienestar.
“La sostenibilidad no está peleada con el sabor, y mucho menos con el placer. La cocina libanesa lo demuestra en cada plato, es generosa, profunda, vibrante y respetuosa con la Tierra“, afirmó Haddad Musi.
Además del componente alimenticio, el especialista mexicano recuerda que la cocina libanesa tiene un fuerte valor simbólico y cultural. Cocinar es también preservar tradiciones, contar historias, transmitir valores de comunidad y celebrar la diversidad.
Desde su labor como promotor de la gastronomía ancestral, ha impulsado acciones de divulgación que ponen en valor este tipo de cocinas tradicionales como herramientas de sostenibilidad sociocultural. La cocina libanesa, dijo, no es una moda healthy, es un ecosistema ancestral que está encontrando una segunda vida gracias a los nuevos consumidores conscientes.
“Comer libanés hoy es también una forma de honrar el pasado, cuidar el presente y cocinarle futuro al planeta“.




