Tras 36 años participando en los controvertidos rituales de Semana Santa, Ruben Enaje, de 64 años, se retira de las crucifixiones voluntarias que atraen a miles de espectadores cada año en Pampanga.
El Viernes Santo en Filipinas, único país asiático de mayoría católica, volvió a convertirse en escenario de extremas muestras de devoción que desafían la sensibilidad occidental y la postura oficial de la Iglesia. Miles de filipinos y turistas se congregaron para presenciar las controvertidas crucifixiones voluntarias y flagelaciones públicas que han convertido esta celebración en un fenómeno cultural y religioso de fama mundial.
La provincia de Pampanga, ubicada a dos horas al norte de Manila, albergó el acontecimiento más esperado: la 36ª y última crucifixión de Ruben Enaje, quien a sus 64 años ha decidido poner fin a su participación en este doloroso ritual.

Un adiós bajo el sol abrasador
“No puedo hacerlo más. Tuvieron que apuntarme con ventiladores solo para que pudiera respirar normalmente”, confesó Enaje a los periodistas minutos después de que le retiraran cuidadosamente los clavos que atravesaban las palmas de sus manos. Las temperaturas alcanzaron los 39 grados centígrados, poniendo a prueba la resistencia del veterano penitente.
Su última crucifixión no estuvo exenta de sobresaltos. Momentos antes de ser elevado a la cruz, Enaje causó alarma entre los espectadores al tropezar en una pendiente, “empujado un poco más fuerte de lo habitual” por un hombre que interpretaba el papel de un soldado romano en la recreación de la Pasión de Cristo.
Aunque en ocasiones anteriores había mencionado la posibilidad de retirarse, esta vez las autoridades locales ya han designado a su sucesor: Arnold Maniago, otro veterano de los rituales del Viernes Santo con 24 crucifixiones en su historial.
Flagelaciones y sangre: manifestaciones extremas de fe
Paralelamente a las crucifixiones, procesiones de hombres jóvenes con rostros cubiertos por pañuelos, la mayoría de entre 20 y 30 años, desfilaron hacia la cruz flagelándose la espalda y los hombros. Los látigos, equipados con puntas hechas de fragmentos de bambú, suelen ser insuficientes para provocar el sangrado deseado, por lo que se utilizan herramientas adicionales de madera incrustadas con vidrio afilado para escarificar las espaldas de los penitentes.
Estas manifestaciones de devoción extrema no se limitan a los adultos. En la comitiva, varios niños siguen las procesiones, algunos incluso participando activamente. Un menor de apenas ocho años fue visto azotando la espalda de un hombre con el torso desnudo tendido en medio del camino.
Testimonios de fe y propósito
Para muchos participantes, estos rituales van más allá de un simple acto de penitencia. Mark Palma, un joven de 30 años con la espalda en carne viva, explicó que lleva participando en la flagelación desde los 15 años para rezar por la salud de su hermana, nacida con una malformación cardíaca.
Raymond Ducusin, de 31 años, compartió que comenzó a flagelarse en 2022 cuando sus padres enfrentaron problemas de salud. A pesar del fallecimiento de su padre, mantiene firme su intención de continuar con esta práctica.
https://platform.twitter.com/widgets.jsPANOORIN: Mahigit 30 taon nang panata ni Ruben Enaje ang pagpapapako sa krus tuwing Semana Santa. Ayon sa kaniya, mas malaking hamon sa kaniya ang init ng panahon kaysa sa mismong pagpapapako. | via Ian Cruz/GMA Integrated News pic.twitter.com/0pWRF3bM5G
— GMA Integrated News (@gmanews) April 17, 2025
Una tradición que desafía a la Iglesia oficial
Según funcionarios locales de San Fernando, más de 10,000 personas acudieron a las sangrientas manifestaciones del Viernes Santo en Pampanga, evidenciando la popularidad de estos eventos a pesar de la desaprobación oficial de la Iglesia Católica.
Estos controvertidos rituales han convertido a Filipinas en un destino único durante la Semana Santa, atrayendo no solo a fieles locales sino también a turistas extranjeros interesados en presenciar estas extremas expresiones de fe que combinan el catolicismo con tradiciones locales precoloniales.
Con la retirada de Enaje, se cierra un capítulo en la historia de estas polémicas celebraciones, pero la tradición continuará bajo el liderazgo de nuevos voluntarios dispuestos a experimentar el dolor físico como forma de conexión espiritual y expresión de su devoción religiosa.

Foto: EFE 


