San Constantino, lo más destacado de la novillada en Cedral

Gustavo García “El Solito” pincha faena importante; “El Glison” se lleva el triunfo con una oreja



Foto: Cortesía

CEDRAL.- Las plazas chicas suelen revelar grandes verdades. En Cedral, durante la novillada de feria, quedó claro que lo más trascendente no fue el trofeo paseado, sino la bravura y calidad del toro de San Constantino, así como la entrega de un novillero que, aunque se fue sin premio, dejó la mejor faena del festejo: Gustavo García “El Solito”.

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La fiesta brava siempre se mueve entre la paradoja de la técnica y la suerte suprema. El público lo sabe y lo reclama: una faena puede rozar lo sublime, pero si la espada no entra, la puerta grande se cierra. Así le ocurrió a “El Solito”, que cuajó una labor sólida, templada y de hondura, coronada por el arrastre lento de “Tomatero”. Fue el momento de mayor toreo de la tarde, y aun así, el triunfo quedó en manos de otro.

El resultado numérico lo firmó Jorge de Jesús “El Glison”, que cortó la única oreja del festejo. Es cierto: mostró oficio, valor y espectáculo en las banderillas, incluso se levantó de una voltereta para volver con gallardía a la cara del novillo. Su triunfo, sin embargo, no tuvo la trascendencia que dejó “El Solito” con un toreo de más pureza y verdad. En los ruedos, no siempre gana el que torea mejor, sino el que mata mejor. Y en Cedral, la diferencia entre uno y otro fue la espada.

No es menor lo mostrado por César Ruiz y César Pacheco, quienes confirmaron que el oficio y la disposición son indispensables en este camino tan cuesta arriba como es la novillería. Ambos, con diferentes estilos y oponentes, dejaron la impresión de que hay madera, aunque aún falte pulirla.

El resto de la tarde pasó con menor eco, pero la enseñanza quedó clara: cuando embiste un toro con nobleza y clase, como el de San Constantino, el toreo se engrandece. La fiesta necesita toros así, que permitan a los jóvenes mostrar de qué están hechos, y a la afición recordarle por qué vale la pena acudir a la plaza.

En Cedral, la historia no la escribió la oreja paseada, sino la faena que no se rubricó. Porque al final, lo que perdura no son los números en la estadística, sino las sensaciones que deja un torero frente a un toro bravo. Y ahí, “El Solito” y San Constantino fueron, sin duda, lo más destacado.