La tercera y última corrida de la Vendimia en la plaza de toros San Marcos dejó mucho más que una estadística de orejas y arrastres. Fue una tarde en la que se midieron la autenticidad de los toreros, la nobleza y complicación de los toros, y sobre todo, la esencia misma de la tauromaquia: la capacidad de imponerse a la adversidad, aunque ello tenga como precio la sangre, el dolor y la gloria incompleta.
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La lección de Arturo Saldívar
Arturo Saldívar abrió plaza con “Cominito”, un toro brusco y deslucido de Puerto del Cielo que se negó a embestir con franqueza. No había materia prima para construir una faena de lucimiento, y sin embargo, Saldívar apostó por la verdad. Se quedó en la cara, buscó la ligazón por ambos pitones y, con determinación y raza, fue inventando una faena que no estaba escrita en el guion. Su muleta poderosa y su concepto de torero auténtico le permitieron sacar muletazos de mérito, de esos que pesan más por lo que significan que por lo que lucen. La espada, sin embargo, empañó el conjunto con un pinchazo y un bajonazo, aunque el público le reconoció con palmas el valor de sostener la cara de un toro sin entrega.
Con su segundo, “Otto”, la historia se repitió: toro que duró poco, punteando los engaños y desluciendo la obra. Aun así, Saldívar demostró claridad de ideas, estructurando la faena con inteligencia, cruzándose y extrayendo muletazos de uno en uno. De nuevo, estuvo muy por encima del toro. No hubo trofeos, pero sí quedó la evidencia de un torero que no se engaña ni engaña al público. En casa, buscó el triunfo y, aunque los números no le acompañaron, su concepto quedó reivindicado.
El valor de Paola San Román
La tarde tuvo nombre propio en la entrega: Paola San Román. Con “Compadre”, el segundo de la tarde, la queretana toreó con cadencia a la verónica, hasta que una fuerte voltereta la sacudió, dejando contusiones en el rostro. Cualquiera habría aflojado después de semejante castigo, pero Paola, lejos de renunciar, brindó a la afición y se dobló con el toro, imponiendo mando y extrayendo muletazos aislados, con un peligro constante que mantenía al público en vilo. La espada le negó redondear la obra, pero su actitud dejó una huella indeleble.
Con “Tepo”, su segundo, la historia fue de valor aún más puro. Brindó a su cuadrilla, ese círculo de confianza que la acompaña en la temporada, y ligó de inicio muletazos largos por la derecha, templando con autoridad por el izquierdo. El toro, noble y con transmisión, permitió ver a una torera con sitio, capaz de mandar y de torear de rodillas con manoletinas. Sin embargo, el destino la volvió a probar: tras un pinchazo y un intento de nueva entrada a matar, fue prendida y trasladada a la enfermería con un varetazo en el abdomen. El parte médico confirmó que la lesión no fue grave, pero sí suficiente para recordarnos que la entrega en el ruedo se paga cara. Lo más valioso de la tarde, más allá de los trofeos, fue su disposición de ponerlo todo sin especular.
El triunfo redondo de Miguel Aguilar
El gran triunfo numérico lo firmó Miguel Aguilar con “Brillo”, de Rosas Viejas, un toro que resultó noble y con clase. El destino, tras inutilizarse su primero de Puerto del Cielo, lo puso frente a este ejemplar, y Aguilar supo aprovecharlo. Lo recibió con un quite por chicuelinas de gran ejecución, rubricado con una media que evocó la figura de su hermano Mario. La faena comenzó de rodillas, vibrante, y desde ahí tomó un vuelo vertiginoso. Por el derecho, las series fueron templadas y hondas; por el izquierdo, la naturalidad apareció aunque con menor recorrido del toro. Cerró de nuevo de rodillas con manoletinas y un estoconazo rotundo que puso al público en pie. Dos orejas para Aguilar y vuelta al ruedo para el gran toro de Rosas Viejas, premiado con justicia en el arrastre.
Con su segundo, Aguilar firmó una faena de matices, con variedad y buen gusto, que fue reconocida con palmas. El balance final le confirma como el gran triunfador de la tarde y, quizá, de la Vendimia.
Más allá de la estadística
El festejo, en números, se resume así: dos orejas para Miguel Aguilar, palmas para Saldívar en ambos turnos, palmas tras aviso para Paola San Román. Pero reducir lo sucedido a cifras sería injusto. La auténtica riqueza de la tarde estuvo en las historias personales: en la autenticidad de Saldívar, en el valor desgarrador de Paola, en la madurez torera de Aguilar.
Ficha:
Tercera y última Corrida de la Vendimia en la plaza de toros San Marcos. Tarde agradable. Se lidiaron toros de Puerto del Cielo, de juego variado, y uno de Rosas Viejas (tercero), éste de vuelta al ruedo en el arrastre.
Arturo Saldívar, palmas y palmas.
Paola San Román, palmas tras aviso.
Miguel Aguilar, dos orejas y palmas.
Parte Médico de Paola San Román
Varetazo en el abdomen de lado izquierdo aproximadamente 20 centímetros, sin afectar los huesos de la pelvis ni abdomen. Se hace mención que no se va a trasladar por el momento a recibir más atención médica.

Foto: Manolo Briones 
























