El asesinato del alcalde Carlos Manzo, el 1 de noviembre, abrió lo que parecía una conversación urgente sobre seguridad, paz y justicia. El país volvía a mirar a Michoacán, a la extorsión, a los homicidios y a la violencia que golpea a autoridades locales y comunidades enteras. Pero esa conversación duró poco.
En tres semanas, el eje cambió. Hoy se habla menos del crimen organizado y más de quién organizó una marcha o quién agredió a quién. El tema de fondo se desvió y el mensaje original se perdió en el ruido.
EL ORIGEN
Pese a las promesas de pacificación en estos siete años, la inseguridad sigue como uno de los mayores retos. La Presidenta aceptó que la extorsión es uno de los delitos que más han crecido. Casos como el del productor de limón Bernardo Bravo, asesinado tras denunciar cobros criminales, mostraban una crisis viva en regiones como Michoacán.
En ese contexto ocurrió el asesinato de Manzo. Su muerte generó indignación nacional. Diversas voces convocaron marchas por la paz, incluida la del 15 de noviembre.
EL 15 DE NOVIEMBRE
En esa protesta, personas de 50 ciudades llamaron a exigir justicia, visibilizar focos rojos y responder al crimen con una protesta pacífica. Entre el mar de consignas, había una que era clara y sin matices: Vivir sin miedo.
La marcha transcurrió en calma hasta llegar al Zócalo. Ahí surgieron los incidentes. Cayeron vallas, hubo agresiones y la policía capitalina respondió con gases, piedras y escudazos. Videos mostraron golpes y jóvenes detenidos.
A partir de ese momento, cambió el tono público. La discusión dejó de ser la inseguridad en México o el asesinato de un alcalde. La atención se movió a los disturbios y a quién los había provocado.
EL GIRO OFICIAL
El gobierno federal planteó que la marcha no había sido genuina. La Presidenta habló de bots, campañas digitales pagadas y manipulación desde la oposición. Señaló que “había pocos jóvenes” y que se intentó usar a la generación Z con fines políticos.
Al mismo tiempo, el mensaje sobre seguridad se diluyó. El énfasis se movió a “no caer en provocaciones” y a defender la legitimidad del gobierno frente a lo que describieron como un montaje.
El conflicto ya no era la violencia en el país. Era la disputa por la autoría de la marcha.
LA RESPUESTA
La oposición dedicó más tiempo a discutir la violencia de la marcha en lugar del asesinato de Manzo y la inseguridad que viven miles de mexicanos. Porque Michoacán sigue bajo sitio criminal. Porque Sinaloa continúa en guerra. La extorsión no cede. Los homicidios de líderes comunitarios y productores siguen en buena parte del país.
Pero esa conversación perdió fuerza en la agenda pública. El gobierno ganó la narrativa al desplazar el debate hacia la legitimidad de la protesta. El tema dejó de ser la violencia y pasó a ser la confrontación política.
NO CANTAR VICTORIA
Pero controlar el relato no es lo mismo que controlar la violencia. Porque en estos días no marcharon bots, marcharon personas hartas de sentir miedo. El mensaje original sigue ahí, aunque haya quedado enterrado en días de ruido. La exigencia es simple: paz, justicia y seguridad.
Y tarde o temprano, esa conversación tendrá que volver.
EL DATO INCÓMODO
Morena propone en la CDMX nuevos impuestos a botanas, dulces y nieves, pero ni una palabra sobre una verdadera reforma fiscal. Con cada ocurrencia recaudatoria, buscan pegar al bolsillo de los que menos tienen sin tocar los privilegios ni replantear el modelo tributario.




