Sheinbaum vs. Monreal: el relato en disputa

Luis R. Conríquez rechazó cantar narcocorridos y desató abucheos; el hecho revela tensiones políticas en Morena sobre quién marca la línea del movimiento



En Texcoco, una canción no sonó. Luis R. Conríquez anunció que no interpretaría narcocorridos. El público reaccionó con abucheos y empujones. Lo que parecía una anécdota de palenque se convirtió en un nuevo campo de batalla político: el relato sobre la violencia, el poder y quién lo controla dentro de Morena.

Ese episodio abrió una grieta que ya venía de antes. Y en el fondo, la pregunta es otra: ¿quién marca la línea del movimiento que gobierna el país?

DOS CAMINOS

Claudia Sheinbaum respondió con calma. Dijo que no busca prohibir nada, que lo suyo es promover contenidos distintos y educar en otros valores.

Pero apenas un día después, Ricardo Monreal -coordinador de los diputados de Morena- anunció que se aprobará pronto una reforma al Código Penal para sancionar la apología del delito en música, series, películas y videojuegos.

La contradicción es obvia. Mientras la Presidenta intenta proyectar apertura, su coordinador en San Lázaro prepara sanciones. Y aunque parecen visiones opuestas, operan dentro del mismo tablero: controlar la narrativa, marcar distancia política y reforzar territorios internos.

Aunque la discusión pública gira en torno a los narcocorridos, el verdadero mensaje está dirigido hacia adentro: quién tiene la autoridad para definir la ruta de acción.

CASUALIDAD

Monreal no lanza esta propuesta al azar. Lo hace como un excandidato presidencial del mismo partido. La diferencia ahora es que lo hace con un capital político intacto en el Congreso. Y esta iniciativa, más que legal, es simbólica. Le dice al país que él sigue ahí. Le dice a su partido que él también puede marcar agenda.

Y a Sheinbaum le lanza un reto silencioso: tú gobiernas desde Palacio, pero yo también tengo el Congreso. No rompe con ella. Pero tampoco se alinea.

La reacción de la Presidenta está por verse, pero ha buscado mantener un equilibrio delicado. En este tema no quiere censura, pero tampoco quiere quedarse como espectadora. Sabe que hay una base que exige firmeza frente a los contenidos violentos. Pero también sabe que el costo de una confrontación directa con Monreal podría fragmentar aún más su flanco legislativo.

LA HERENCIA

Durante el sexenio pasado, López Obrador centralizó todo. Cada decisión tenía su firma. Hoy, el poder está repartido entre figuras que no se subordinan fácilmente. Sheinbaum ocupa la Presidencia, pero no controla del todo su gabinete, ni tiene mayoría cómoda en el Congreso. Ahí mandan Monreal y Adán Augusto. Y al fondo, Noroña buscando ser protagonista.

No es la primera vez que se cruza una línea. Andrea Chávez ya provocó un primer manotazo tras adelantar su campaña en Chihuahua. El resultado fue un llamado de atención desde Palacio y una derrota legislativa para Adán Augusto en la primera votación para elegir a magistrados electorales locales. ¿Viene ahora un ajuste contra Monreal?

Lo cierto es que cuando alguien necesita recordar que tiene el mando, es porque ya no lo tiene del todo. Y el que advierte demasiado termina cediendo más de lo que quiere.

NARRATIVAS

El fondo del conflicto no es musical. Es político. Se trata de quién define el tono del país. De quién decide qué se puede decir y cómo. Y, sobre todo, quién marca los límites dentro del partido que hoy gobierna.

Monreal quiere consolidar su fuerza desde el Congreso. Sheinbaum intenta proyectar estabilidad desde el Ejecutivo. Pero en cada desencuentro, se debilita la idea de una sola voz. Y se refuerza la imagen de un poder dividido.

En Morena, ya no basta con ganar una elección. Hay que pelear -y ganar- también el relato. Y hoy, ese relato está en disputa.