Silencios, contrastes y una esperanza final

Tarde de silencios en Las Ventas. Solo Rufo mostró autenticidad y Emilio salvó con una oreja. Roca Rey decepcionó


Rufo
Foto: Manolo Briones

MADRID.- El peso del cartel a veces se entiende mejor desde lo que no fue, desde los silencios que se imponen y las emociones que no llegan. Este 22 de mayo en Las Ventas, la plaza más exigente del mundo, lo que quedó fue la sensación de una tarde que se fue quedando por debajo de las expectativas. Salvo chispazos. Salvo Rufo.

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El primero de la tarde, “Encaminado”, de Victoriano del Río, fue un toro serio, de buena presencia, al que Emilio de Justo saludó con sobriedad, sin alardes. Lo mejor de ese primer acto vino por parte de los quites. Roca Rey dibujó unas chicuelinas ajustadas, cargadas de intención, que terminaron con un remate suelto, torero, soltando la punta del capote con ese guiño tan suyo. Emilio respondió con temple y elegancia, en un duelo breve pero sabroso.

La faena de muleta arrancó de forma prometedora. Emilio lo llevó con suavidad de tablas a los medios, firmando un inicio por bajo que conectó con el tendido. Plantó cara frente al siempre crítico 7 y, aunque el toro tuvo cierta movilidad, careció de transmisión. Emilio lo intentó por la diestra, con mando, tratando de imponer su criterio. Pero el de Victoriano se vino a menos demasiado pronto. Lo que prometía emoción se tornó en faena breve, con detalles que apuntaban, pero no estallaban. Aun así, dejó momentos de verdad, de esa torería sobria que le caracteriza. Y cuando parecía que la faena concluía, optó por seguir… pero ya sin limpieza, sin eco. Falló con la espada, y ahí se escapó una posible ovación mayor.

Pero el premio llegaría después. Con el cuarto, Emilio de Justo firmó una faena de mayor calado. Estuvo más firme, más centrado, y conectó con el público desde la colocación y el temple. Sin ser un toro de grandes virtudes, Emilio le extrajo todo lo que tuvo. Faena medida, sin excesos, bien rematada con la espada. Esta vez sí hubo pañuelos. Una oreja, de esas que pesan.

El segundo, “Impuesto”, fue para Andrés Roca Rey. 566 kilos de problemas. Un toro que nunca quiso pelea, que salió suelto, midiendo. Y ahí apareció la versión más desdibujada del peruano. Roca Rey lo buscó, sí, pero sin cruzarse. Faena sin ajuste, ventajista, con mucho más cálculo que entrega. Siempre por fuera, sin llegar a someter ni a emocionar. Se topó con un toro reservón, de genio, con movilidad, pero nunca pareció querer jugársela. Y Madrid, que todo lo ve, le castigó con el silencio. Faena breve, como si quisiera que terminara pronto. Y terminó. Sin historia.

Tampoco encontró toro con el quinto, otro ejemplar sin fondo ni clase, que se vino abajo demasiado pronto. Roca Rey volvió a mostrarse frío, mecánico, como sin hambre. Y eso, en esta plaza, se paga.

Y entonces llegó él. Tomás Rufo. Y con él, el aire distinto, la ilusión renovada. Ya había dejado detalles con su primero, aunque sin toro no hubo estructura. Pero el sexto, dentro de su complicación, le permitió expresarse. Y Rufo, con el corazón abierto y la cabeza templada, firmó la faena de la tarde.

Faena de menos a más, con inteligencia, sin prisa. Lo fue consintiendo, corrigiendo defectos y sacando virtudes. Por ambos pitones se le vio firme, valiente, muy en torero. Aguantó parones, miradas y tarascadas sin moverse. Madrid vibró con él. La espada, eso sí, le negó el premio grande. Pero quedó claro: el toreo más auténtico de la tarde salió de sus muñecas.

Así, entre sombras, silencios y decepciones, fue Rufo quien dejó la esperanza. El que se ganó el respeto. Y Emilio, el que salvó la tarde con una oreja de ley. El resto, nombres que pesan, pero que ayer no dijeron nada. Madrid no se rinde fácil. Y lo dejó claro.


Plaza de Toros de Las Ventas (Madrid).
Jueves, 22 de mayo de 2025.
Décimotercer festejo de la Feria de San Isidro.
Lleno de “No hay billetes”.
Tarde calurosa.

Toros de Victoriano del Río, bien presentados, de juego desigual. Destacaron por movilidad el 2º y el 6º, aunque con complicaciones. El 1º, con ritmo pero sin fondo; el 4º, manejable; el resto, sin clase ni entrega.

  • Emilio de Justo, silencio y oreja.
  • Andrés Roca Rey, silencio y silencio tras aviso.
  • Tomás Rufo, silencio tras aviso y vuelta al ruedo tras petición.