Sin lugar para la nostalgia

Brenda Valderrama / Ovaciones   Estamos a días de la conclusión del proceso electoral 2024. Para todo el país nos tocará elegir presidenta, diputados federales y senadores. Para nueve estados, entre ellos Morelos, dónde radico, elegiremos también gobernadora, diputados locales y alcaldes. Las condiciones son propicias para una elección competitiva. A pesar del impúdico derroche

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Brenda Valderrama / Ovaciones

 

Estamos a días de la conclusión del proceso electoral 2024. Para todo el país nos tocará elegir presidenta, diputados federales y senadores. Para nueve estados, entre ellos Morelos, dónde radico, elegiremos también gobernadora, diputados locales y alcaldes.

Las condiciones son propicias para una elección competitiva. A pesar del impúdico derroche de recursos públicos, de la anticipación de dos años en el posicionamiento de los candidatos oficiales y del control del gobierno sobre los medios de comunicación, en este momento prácticamente todas las encuestas indican que la presidencia y la mayoría de las gubernaturas se encuentran en empate técnico.

La elección la ganará quien tenga mayor capacidad de movilización, y no me refiero solamente a la movilización física asistida con recursos públicos para quien tiene acceso a ellos, sino a la movilización de las emociones.

Los principales motivadores para el voto son la confianza y la esperanza. En ese sentido, la estrategia oficialista ha sido la continuidad, sostener y ampliar la cobertura de apoyos sociales, la mayor parte de ellos asistencialistas y sin herramientas para transformar la vida de los beneficiarios. Y la estrategia funciona, su voto duro está constituido precisamente por esas personas quienes ven con buenos ojos mantener sus beneficios, pero no da para más y de allí se proviene su estancamiento.

Por otro lado, la campaña de la coalición se ha orientado al reclutamiento de conciencias mediante redes afectivas, que sean las personas convencidas de que México no aguanta seis años más de lo mismo, quienes transmitan el mensaje y de manera orgánica promuevan la movilización del 2 de junio.

Las concentraciones del día de ayer fueron fundamentales en dos sentidos. Primero porque por primera vez la marea rosa se decanta por una candidata, que aunque podría parecer obvio que fuese así, no lo era. Pero ya no hay dudas, los millones de mexicanos que tomaron las calles van con un proyecto electoral y le darán  su voto.

Segundo, porque se dio un mensaje muy claro, contundente y sin ambigüedades. La historia nos pedirá cuentas por nuestra elección en este proceso. Está en nuestras manos recuperar la normalidad democrática, las instituciones que acotan el poder presidencial, el camino de la paz y la justicia y archivar este sexenio como una anomalía histórica o, por el contrario, darle combustible para que siga desmantelando el legado de generaciones.

Para muchos jóvenes su horizonte político se limita a los últimos dos sexenios, la candidata oficial lo extiende un poco más mencionando de manera insistente a Fox y Calderón, pero nunca hace mención a lo que fue vivir bajo un régimen hegemónico, confundiendo todavía más a quienes carecen de memoria histórica.

Y no lo hacen por una sencilla razón, porque tienen nostalgia. Porque buscan por todos los medios regresar al país de un solo partido y al partido de un solo hombre. Porque, me permito abrirles los ojos, no importa que gane la candidata oficial, el que mandará será el mismo.

En cualquiera de los dos escenarios posibles, el carro completo del partido oficial está en riesgo, lo cual es una excelente noticia. Necesitamos recuperar lo antes posible la capacidad de diálogo y deliberación, el reconocimiento de nuestra diversidad y pluralidad, tanto en las cámaras como en la sociedad. Y que reserven su nostalgia para sentarse juntos a ver fotos viejas.