¿Sirven nuestras oraciones?

Las oraciones piden paz, justicia, salud, trabajo y cambios, pero a menudo no se logran respuestas. Las situaciones empeoran y persisten los desafíos en diversas áreas.



MIRAR

Desde hace tiempo, el Papa Francisco nos invita a orar por que se acaben las
guerras, como la de Rusia contra Ucrania, la de Israel contra sus enemigos, y otras, pero
las guerras no se acaban.

Pedimos a Dios que haya orden y respeto en Haití, democracia más confiable en
Venezuela y respeto a las diferencias y libertades en Nicaragua, pero nada cambia; a
veces, las situaciones empeoran. Oramos por que todos aprendamos a respetar nuestra
Casa Común y los gobernantes tomen medidas más eficaces para controlar la crisis
climática, pero casi nadie hace caso. Pedimos que haya buen trato a los migrantes, pero se
les cierran fronteras, se les condena y rechaza con un racismo persistente.

Pedimos que aumenten las vocaciones sacerdotales y religiosas, pero disminuyen cada día más, pues las
familias ya no quieren tener hijos y éstos tienen otros intereses materialistas.

A nivel personal, pedimos a Dios la salud de un pariente o amigo enfermo, pero se muere.
Insistimos a Dios que tengamos trabajo digno, pero pasan los meses y nada. Pedimos en la
oración que algún hijo que anda por malos caminos se convierta, pero cada vez se porta
peor. Un estudiante pide a Dios y a los santos que le vaya bien en su examen, pero
reprueba, quizá por no estudiar lo suficiente.

Alguien pide tener novio, o novia, pero no se concretan oportunidades. Hay quienes rezan por que su equipo deportivo gane, pero pierde, y no sólo por culpa de los directivos técnicos, sino sobre todo por deficiencias en los jugadores. Otro más pide sacarse la lotería, pero tiene muy mala suerte.

En contraposición, ¡cuántos de nosotros damos testimonio del poder admirable de la
oración! Las oraciones de muchas mamás salvan a los hijos. Hay campesinos que, con
mucha fe, oran por el buen tiempo, y sucede. ¡Cuántas cosas buenas nos pasan, y no hay
otra explicación que la mano misericordiosa de Dios! El año pasado, yo estuve a punto de
morir por una enfermedad muy grave, y las oraciones me sacaron adelante.

En Chiapas, tuve muchos problemas, y pude servir gracias a mi oración y a las oraciones de muchas
personas que se solidarizaron conmigo. En mi ministerio sacerdotal, he vencido tentaciones, incomprensiones, calumnias y hasta pobrezas, gracias a la oración, sobre todo ante el Sagrario. Allí he encontrado una fuerza increíble, para hacer frente a tantas situaciones que se me han presentado.

DISCERNIR

Como describe la Ordenación General de la Liturgia de las Horas, “los evangelios nos
presentan a Jesús muchísimas veces en oración y lo que Jesús puso por obra nos los mandó
también hacer a nosotros. Muchas veces dijo: “oren… pidan”; indicó que pidiéramos en su
nombre, nos proporcionó una fórmula de plegaria, advirtió que la oración es necesaria,
dijo que la oración debe ser humilde, que debe ser atenta, que debe ser perseverante y
confiada en la bondad del Padre, que debe ser pura de intención y concorde con lo que
Dios es”.

Pero advirtamos que nuestra oración no es para obligar a Dios que haga lo que nosotros
queremos. En la oración del Padre nuestro, Jesús nos enseñó a decir: “Hágase tu
voluntad”. Hemos de pedir e insistir a Dios en nuestras súplicas, pero siempre dispuestos a
que se haga todo conforme a su voluntad, que es lo más sabio, lo que El sabe que más nos
conviene.

ACTUAR

Sigamos orando por la paz y la justicia, por la salud y el trabajo, por las autoridades y
nuestras familias, por la comunidad eclesial y por los no creyentes, pero seamos
colaboradores de Dios, haciendo lo que está de nuestra parte para que vivamos en paz.
Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas