Taylor Swift vuelve a escena menos de un año después de concluir su monumental Eras Tour con el lanzamiento de The Life of a Showgirl, su duodécimo álbum de estudio, una producción que transforma su vida en un espectáculo de glamour y drama, exaltando la teatralidad y la energía del pop en su máxima expresión.

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Diez meses después de bajar el telón de su gira mundial multimillonaria, la cantante ofrece a sus seguidores lo que esperaban: una mirada entre bastidores a casi dos décadas sobre los escenarios, marcadas tanto por la devoción de sus fans como por las críticas feroces y los intentos de cancelación que ha sorteado.

Tras meses de silencio, Swift —a quien sus seguidores llaman Blondie— anunció el álbum en el pódcast de su pareja, el jugador de la NFL Travis Kelce, desatando una tormenta de teorías y una anticipación comparable a la vivida en cada concierto del tour.

Con los fans en vilo, arranca The Fate of Ophelia, la primera de las doce canciones de un disco de 41 minutos que exhibe la capacidad de Swift para fusionar un pop brillante y contagioso con una narrativa poderosa.

En el tema, la artista se compara con Ofelia, personaje de Hamlet, aunque a diferencia de su contraparte shakespeariana, Swift esquiva el destino trágico: en lugar de morir ahogada por la locura, es “sacada de su tumba” y su corazón es “salvado del destino de Ofelia”.

La intérprete muestra así la primera visión de su nueva etapa personal. Mientras su anterior álbum, The Tortured Poets Department (2024), reflejaba el dolor por su ruptura con el actor Joe Alwyn, The Life of a Showgirl narra la vida de una Taylor prometida con Kelce y, por primera vez, dueña absoluta de toda su música.

En el segundo corte, considerado ya un hit, Swift se compara con Elizabeth Taylor, aludiendo a la dificultad de confiar en alguien y a las consecuencias de la fama. No es la primera vez que la menciona: la actriz apareció en Ready For It? de Reputation (2017), mientras que su marido, Richard Burton, dio vida a un personaje en Hamlet.