MADRID.- Las Ventas celebró una corrida con el cartel de «No hay billetes» y un motivo de peso: conmemorar los 120 años de la Real Unión de Criadores de Toros de Lidia. El marco era inmejorable: plaza llena, expectación alta, toreros con nombre y una ganadería con personalidad como La Quinta. Pero la tarde no fue fácil. No fue un festival de orejas ni de ovaciones huecas. Fue una tarde de toro con matices, de los que no se rinden fácilmente ni sirven la faena en bandeja. Una corrida que exigía toreros con cabeza y muñeca. Y ahí es donde la balanza se inclinó.
La Quinta trajo un encierro fiel a su sello: seriedad, movilidad medida, y sobre todo, exigencia. No hubo ni un toro fácil. Algunos complicados, otros con teclas ocultas, ninguno boyante. Eso puso la tarde cuesta arriba desde el primer tercio. En este tipo de corridas, el que no se entrega con verdad, queda retratado. Porque el toro de verdad no permite el engaño.
Uceda Leal, el único que encontró la llave
La tarde la sostuvo un torero: Uceda Leal. Con más de 25 años de alternativa y sin el ruido mediático que rodea a otros, el madrileño volvió a demostrar que en el toreo no hay edad cuando hay verdad. Su primero fue un pozo seco, un toro sin entrega ni ritmo. Con inteligencia, no se empecinó en sacar agua donde no había y abrevió. Pero fue con el cuarto donde firmó una faena sobria, con poso, con torería de la que no necesita aspavientos. Toreó con el alma, despacio, al natural, con un gusto que pocas veces se ve. Supo medir las alturas, los tiempos y la distancia. La faena tuvo la justa duración y la estocada final fue certera. Cortó una oreja que en Madrid vale más que muchas puertas grandes en otras plazas. Y sobre todo, dejó una sensación clara: fue el único que entendió y pudo con su toro.

Daniel Luque, voluntad sin ajuste
Luque es un torero en plenitud. Con capacidad, con técnica, con valor. Pero ayer no se encontró del todo. Su primero tuvo teclas, fue un toro difícil, que pedía estar muy firme y por delante siempre. Luque intentó tocarle esas teclas, pero la música nunca sonó del todo. Hubo voluntad, sí; incluso temple en algunos muletazos por el derecho. Pero le faltó ajuste, determinación, un punto más de compromiso con la exigencia de Madrid. Con el quinto, más de lo mismo. El toro tenía poca entrega, miraba, dudaba, pero Luque volvió a mostrarse por debajo de lo que la plaza demandaba. No fue una actuación desastrosa, pero tampoco dejó huella. Y en Las Ventas, lo que no deja huella, desaparece rápido.

Emilio de Justo, sin redondear
El extremeño llegaba con crédito, pero se fue sin justificarlo. Con el tercero dejó un saludo capotero de calidad, y el inicio de la faena tuvo firmeza. Pero el toro se vino abajo y con él, la faena. Emilio trató de construir desde la técnica, pero sin acople, sin continuidad, sin alma. Con el sexto, sobrero de La Quinta, quiso poner toda la carne en el asador. Brindó, se puso de rodillas, buscó la emoción. Pero fue una faena que se fue apagando poco a poco, sin estructura ni clímax. Pinceladas, sí. Pero en Madrid no basta con detalles sueltos si no hay obra completa. Falló con la espada y se fue en silencio.

Una corrida de peso, no de gloria
La tarde fue dura. Los toros de La Quinta no regalaron nada, y eso es justo lo que dignifica la Fiesta: cuando el toro exige, el torero tiene que responder. No hubo triunfalismo barato. No hubo griterío sin causa. Hubo verdad, y por eso el único que la encontró, Uceda Leal, salió reforzado. Fue el más veterano del cartel, el que menos se juega a estas alturas, y sin embargo, fue el más templado, el más claro, el más torero.
A Luque y De Justo les faltó dar ese paso adelante. Estuvieron, sí, pero no rompieron. Ni por técnica ni por corazón. Se quedaron en el terreno de lo correcto. Y en Las Ventas, eso no basta.
La conmemoración de los 120 años de la Real Unión de Criadores no tuvo fuegos artificiales, pero sí una verdad rotunda: el toro está vivo, exige, y no se arrodilla ante nadie. El que quiera imponerse, tendrá que hacerlo toreando. Como hizo Uceda.
Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. Corrida conmemorativa del 120º aniversario de la Real Unión de Criadores de Toros de Lidia. Lleno de “No hay billetes”.
Se lidiaron seis toros de La Quinta, bien presentados y de juego desigual. Con movilidad medida y embestidas exigentes, desarrollaron matices sin llegar a romper ni facilitar el lucimiento. Conjuntos complicados que pidieron oficio y precisión, sin toro claro para el triunfo.

MANOLO BRIONES 


