Israel Vallarta no es inocente. Fue capturado en un operativo en el que se liberó a personas secuestradas, mantenidas en condiciones infrahumanas. La banda de Los Zodiaco, fundada y liderada por Vallarta, cometió crímenes atroces. Su historia está marcada por la violencia, por el dolor de víctimas reales, no por una injusticia de Estado, como ahora pretende hacer creer el discurso oficial.
No sale de la cárcel un hombre inocente. Sale un presunto secuestrador al que el gobierno de la autodenominada cuarta transformación logró liberar utilizando como coartada la violación al debido proceso. Y sí, hubo un montaje. Genaro García Luna, entonces director de la Agencia Federal de Investigación, cometió un acto inadmisible al permitir una recreación televisiva del operativo al día siguiente de los hechos. Ese acto –tan irresponsable como ilegal– le dio a la defensa un argumento procesal que, veinte años después, terminó por abrirle la puerta de la cárcel a un criminal.
Pero que quede claro: liberar a Israel Vallarta no es justicia para las víctimas. Es, en cambio, un triunfo legal de su defensa, apalancado por el gobierno de la ‘4T’, que ha hecho de los símbolos su bandera política, aunque esos símbolos resulten moralmente cuestionables.
Y también es, hay que decirlo, un distractor en medio de una tormenta mediática. En momentos en que el oficialismo enfrenta severos cuestionamientos por las vacaciones fastuosas de personajes como Ricardo Monreal, Mario Delgado y Andy López Beltrán, exhibidos en redes sociales por sus estancias en hoteles de lujo; cuando aún no se apaga el escándalo del senador Adán Augusto López, cuyo exsecretario de Seguridad en Tabasco es señalado por fundar La Barredora, una célula del Cártel Jalisco Nueva Generación; cuando arrecian las críticas por el uso faccioso del poder, la liberación de Vallarta ofrece una narrativa cómoda para el oficialismo.
Lo mismo ocurre con el renovado embate contra Alejandro Moreno, líder nacional del PRI, a quien ahora buscan desaforar desde la fiscalía de Campeche. ¿Casualidad o estrategia de distracción?
Israel Vallarta tuvo la ocurrencia de dar una conferencia de prensa en el Zócalo. No merece la pena reproducir lo que dijo. Por lo pronto no hizo las revelaciones que muchos esperaban. Pero lo que no se dirá es que su liberación no tiene nada que ver con la inocencia, ni con la verdad, ni con las víctimas. Se trata de una decisión judicial basada en una irregularidad del proceso. Pero eso no borra los crímenes, no absuelve moralmente a quien encabezó una banda de secuestradores, ni repara el daño de quienes vivieron el infierno del cautiverio.
Tampoco lo hizo en su momento la liberación de Florence Cassez, convertida en causa diplomática por el gobierno francés y resuelta por el gobierno de Felipe Calderón ante la presión internacional. En ambos casos, lo que se impuso no fue la justicia, sino la política.
La actuación ilegal de Genaro García Luna dio pie a que se construyera una falsa narrativa de víctimas judiciales donde había responsables de delitos. Hoy se cosechan las consecuencias de ese grave error. Y es importante decirlo con claridad: hay delitos que deben ser juzgados sin espectáculo. Pero también hay criminales que no deben ser liberados bajo pretextos técnicos.
Cualquier otra cosa que se diga es, simplemente, una mentira. Y, peor aún, es el uso político de la justicia.




