Una lucha de clases para repartir la miseria

15, diciembre 2022

RICARDO B. SALINAS

Con el pretexto de “atacar la desigualdad”, desde hace varios años algunos intelectuales y organizaciones han impulsado una cruzada internacional en contra de la riqueza. Pero es claro que atacar la riqueza no disminuye la pobreza, por el contrario, la “lucha de clases” que promueven este tipo de organizaciones profundiza las condiciones de miseria al destruir oportunidades para quienes más las necesitan.

El problema es que hablar de desigualdad desvía nuestra atención del tema que es verdaderamente apremiante: la pobreza. Es fundamental enfatizar que desigualdad y pobreza no son la misma cosa y confundirlas es señal de una gran pereza mental. Nuestra prioridad debe ser siempre erradicar la miseria.

Desigualdad

A pesar de que somos ya más de 8 mil millones de personas en el mundo, no existen dos seres humanos iguales. La desigualdad es condición humana y eso nos enriquece. El talento y la virtud se distribuyen de manera desigual. En todo caso, lo justo es asegurarnos de que exista igualdad ante la ley, no igualdad de resultados que dependen del esfuerzo y del capital humano de cada individuo. 

Las personas somos seres complejos que proyectamos infinidad de dimensiones: desde lo más mundano, como la estatura, la fuerza física y el peso, hasta lo más trascendente como el talento, la actitud, la creatividad, el altruismo y la capacidad de trabajar en equipo, entre muchos otros valores que no compartimos con ninguna otra especie.

Para ser exitoso en cualquier actividad, lo trascendente siempre cuenta más que lo mundano. Por ejemplo, cualquier tenista sabe que lo que ha llevado a Roger Federer, Rafael Nadal o Novak Djokovic a la cima de este deporte tiene mucho más que ver con la actitud, la fortaleza mental y la disciplina que con la estatura o la fuerza física.

De hecho, las capacidades físicas pueden llegar a ser irrelevantes, como nos demostró Stephen Hawking, quien, a pesar de haber padecido una falta absoluta de movilidad, tuvo una de las mentes científicas más brillantes de los tiempos modernos.

En cambio, las diferencias en las cualidades trascendentales, que no se relacionan con el mundo físico, llegan a ser exponenciales y de esta misma forma se distribuyen los frutos que obtienen las personas por sus labores. Entonces, ¿todos deben ganar lo mismo?

Regresando al tenis, consideremos la diferencia en los ingresos de un tenista profesional ubicado en el fondo del ranking mundial con los que obtienen los primeros cinco jugadores de la tabla: la gráfica de esta variable tiene una forma exponencial, pero nadie en su sano juicio aconsejaría repartir los ingresos de Nadal, Tsitsipas o Djokovic entre los tenistas que están hasta el fondo del ranking —ni los mismos tenistas “favorecidos” (o humillados) con esta propuesta lo aceptarían.

¿Por qué entonces en las demás actividades humanas que no sean los deportes o las artes se ha propuesto una igualdad en ingresos? ¿Cuáles serían las consecuencias de una medida así?

Resulta que esto ya se ha intentado. A este experimento se le llama socialismo y fracasó rotundamente en Cuba, en Corea del Norte, en la Unión Soviética y más recientemente en Venezuela. Esta última nación cuenta con las mayores reservas petroleras del mundo y no obstante pasó de ser una de las más ricas del hemisferio a una de las más empobrecidas, gracias al afán estéril de “repartir la riqueza”, un esfuerzo que nos empobrece progresivamente. De tal forma que lo que se reparte a manos llenas en el socialismo no es la riqueza, sino la miseria.

Pobreza

En contraste con la desigualdad, la pobreza es una situación terrible que debemos combatir con todo nuestro esfuerzo, recursos y creatividad a nuestro alcance. Las más recientes estadísticas nos dicen que poco más del 8% de la población en nuestro país enfrenta condiciones de pobreza extrema, es decir, no tienen los insumos básicos para subsistir: su ingreso es tan bajo que, si lo dedicaran por completo a la adquisición de alimentos, no alcanzarían los nutrientes necesarios para llevar una vida sana.

La pobreza es una condición que nos hunde, nos impide avanzar y que nos arrebata toda dignidad humana. Es muy fácil y egoísta para un “intelectual” decir que la desigualdad es un problema equiparable a la pobreza porque seguramente nunca han experimentado esta brutal situación. Me llama mucho la atención que algunas organizaciones que se fundaron para atacar la pobreza, hoy sólo busquen combatir los “molinos de viento” de la desigualdad.

La buena noticia es que en México es factible erradicar la pobreza extrema en una década. Para lograrlo, debemos esforzarnos y evitar desviarnos de nuestro objetivo con distracciones estériles generadas por una agenda que sólo es alimentada por la política de la envidia.

Sobre cómo combatir la pobreza, hablaré en la próxima colaboración. Quiero cerrar este artículo deseando a mis amables lectores felices fiestas en compañía de sus seres queridos.

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