Veinte años a caballo: la travesía de Jorge Hernández Gárate

El rejoneador actuará este domingo en Guadalajara, una fecha clave de su temporada de celebración



Foto: Cortesía

En el mundo del rejoneo, donde el arte depende de la armonía entre el hombre y el caballo, el tiempo cobra una dimensión distinta. Los años no se miden en temporadas, sino en cuadra, en viajes, en toros lidiados y en tardes que dejan cicatrices o revelaciones. Para Jorge Hernández Gárate, ese tiempo suma ya dos décadas desde aquella tarde en que tomó la alternativa. Veinte años que, vistos de cerca, parecen la historia íntima de una vocación que nunca dio marcha atrás.

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Hay imágenes que permanecen. La suya comienza en San Luis Potosí, entre los llanos y silencios de la ganadería familiar Jorge Hernández Andrés. Allí, mucho antes de que existieran las entrevistas, los trofeos o la presión de las grandes plazas, Jorge aprendió a mirar a los caballos como compañeros, no como herramientas. Era un niño que encontraba en la cuadra un refugio y una escuela. La doma, el ritmo, la obediencia, la intuición… todo empezó ahí, bajo la tutela de quienes entendían que el rejoneo se hereda, sí, pero sobre todo se vive.

Con el tiempo llegó la adolescencia, y con ella la certeza: lo suyo no era una afición, sino un destino. Formado en la disciplina del campo, Jorge comenzó a pulir un estilo propio. Sereno, limpio, casi clásico. De esos rejoneadores que no buscan sorprender, sino convencer. Que no levantan la voz, pero dejan una huella profunda.

La alternativa lo encontró en su tierra, en la plaza que lo vio crecer. Aquel día no fue solo un acto ceremonial: fue la puerta de entrada a un mundo donde cada tarde exige la verdad. Y él la ha dado. Con toros complicados y toros nobles; con caballos que hoy son leyenda para su cuadra y otros que solo existieron para enseñarle disciplina, resistencia o humildad.

En estos veinte años, Jorge Hernández Gárate ha aprendido que la madurez no es un lugar al que se llega, sino un viaje constante. Y ese viaje lo ha traído a uno de los momentos más luminosos de su trayectoria. Las temporadas de 2023, 2024 y 2025, lo confirmaron: la comunión con el público se ha vuelto más profunda, más inmediata. El rejoneo en México ha encontrado en él una figura sólida, capaz de dialogar con las nuevas generaciones que vienen empujando fuerte, y al mismo tiempo sostener la dignidad de una tradición que hoy necesita unión y claridad de rumbo.

Para él, el toreo a caballo no es un oficio ni una carrera: es una forma de vida. Lo dijo recientemente, con la serenidad del que ya ha toreado sus propias tempestades: “El rejoneo es la vida misma”. Y lo es. Porque detrás de cada paseíllo hay horas de entrenamiento, caídas asumidas, caballos que se convierten en aliados irreemplazables, y una afición que lo ha acompañado desde que era un muchacho soñando con una tarde de gloria.

Hoy, a veinte años de aquel salto al profesionalismo, Jorge sigue mirando hacia adelante. Con la madurez del que ya se conoce, pero con la ilusión intacta de cuando comenzó. Siente la responsabilidad, claro, pero también el privilegio: estar viviendo el mejor momento de su carrera y tener por delante una nueva etapa en la que cada tarde será, más que nunca, una celebración de lo aprendido.

Veinte años después, Jorge Hernández Gárate no solo celebra una alternativa. Celebra una manera de estar en el mundo. Una relación profunda con el caballo, con la plaza, con la gente. Una historia que —como todo lo que vale la pena— se sigue escribiendo sin prisa, pero con verdad. Y que todavía promete capítulos memorables. El domingo llega a firmar uno de los capítulos más importantes de su temporada, siendo la Nuevo Progreso de Guadalajara un compromiso de mucha seriedad, en donde alternará con dos rejoneadores que no se dejan nada, como lo son Andy Cartagena, y Javier Funtanet.