Violaciones a la dignidad humana

En México, el racismo y la discriminación han impactado severamente a las comunidades indígenas, disminuyendo la vitalidad de sus lenguas y culturas.



MIRAR

En México, según el Censo de 2020, con más de 120 millones de habitantes, existen 23.2 millones de personas de tres años y más que se autoidentifican como indígenas, lo que equivale a 19.4 % de la población total de ese rango de edad. De esos 23.2 millones, sólo 7.1 millones (30.8 %) hablan alguna lengua indígena y 16.1 millones (69.2 %), no. Las entidades con más indígenas son: Oaxaca (31.2 %), Chiapas (28.2 %), Yucatán (23.7 %) y Guerrero (15.5 %). Estas cuatro entidades acumulan 50.5 % del total de hablantes de lengua originaria. Se hablan 68 lenguas indígenas; las más frecuentes son náhuatl (22.4 %), maya (10.5 %) y tseltal (8.0 %). De cada 100 personas de tres años y más que hablan alguna lengua indígena, 12 no hablan español.

¿Por qué se han ido perdiendo varios idiomas originarios? Por el racismo persistente y generalizado contra ellos; se les menosprecia, como si fueran ignorantes y cerrados de mente y de costumbres, siendo que son muy inteligentes; la mayoría habla al menos dos idiomas; muchos de nosotros apenas hablamos el castellano. Como han tenido que enfrentarse a un mundo adverso a su cultura, se han desarrollado más y son muy capaces; pero les hemos hecho sentir que no valen tanto, y por ello se menosprecian a sí mismos y ya no quieren aparecer ni hablar como indígenas.

Cuando ejercía mi ministerio pastoral en la formación de los candidatos al sacerdocio, en mi diócesis de origen, diez años como director espiritual y diez como rector (1971-91), había seminaristas de alguna de esas culturas originarias, pero casi todos se avergonzaban de su cultura y no se valoraban a sí mismos. Les ofrecíamos talleres para escribir y hablar mejor su idioma, pues lo hablaban, pero muchos no lo sabían escribir, y preferían inglés u otras opciones. Hasta la fecha, algunos no promueven su idioma, que no es un dialecto, ni hacen lo necesario para que no desaparezca su cultura; incluso hay quienes no quieren trabajar pastoralmente en comunidades de su propia etnia. Todo esto por el racismo que han sufrido.

Me he explayado más en este punto, pero habría que tomar también muy en cuenta a tantas personas que son menospreciadas en su dignidad, como migrantes, campesinos, obreros, empleadas del hogar, los de capacidades diferentes, presos, ancianos, e incluso alcohólicos y drogadictos, los que tienen preferencias sexuales diferentes, los recién concebidos, los desahuciados, etc.

DISCERNIR

El Dicasterio para la Doctrina de la Fe, en su Declaración Dignitas infinita, enumera algunas situaciones muy concretas:

“Hay que reconocer que se opone a la dignidad humana cuanto atenta contra la vida – homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado, las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena, las condiciones infrahumanas de vida, las detenciones arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; o las condiciones laborales degradantes, que reducen al operario al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad de la persona humana”. 

ACTUAR

A nadie menosprecies por su apariencia externa, o porque es de una cultura distinta a la tuya, o porque no sabe tanto como tú. Somos hijas e hijos de Dios, aunque no siempre valoremos nuestra propia dignidad. Respetémonos y ayudémonos a valorarnos por lo que somos: imagen y semejanza de Dios. ¡Ni más ni menos!