Voces olvidadas del 2 de octubre: Testimonio de Javier Altamirano Ortiz

Después de la masacre, los patos de las fuentes de Relaciones Exteriores, se estaban comiendo la sangre coagulada



Foto: Aracely Martínez / OVACIONES

Aracely Martínez

El movimiento estudiantil de 1968 no solamente lo conformaron los líderes que todos, quienes vivieron entonces o quienes nacieron unos años después, conocen, sino también personas que, sin su entusiasmo y ansias de cambio, el movimiento no se hubiera conocido más allá de las paredes de las casas, departamentos o salones de escuela en donde se discutían los pasos a seguir.

Javier Altamirano Ortiz, entonces estudiante de Ingeniería en el Centro de Enseñanza Técnica Industrial (CETI), fue uno de esos jóvenes que sabía que ya era necesario cambiar el sistema político del país, dar un golpe de timón al régimen.

“Yo conocí desde que vivía en Oaxaca, el movimiento de Cuba y el de los ‘montoneros’ en Uruguay, porque muchos migrantes llegaban la estado, pero además, cuando uno es joven quiere vivir la aventura”, dice a Ovaciones, en la primera vez que habla a un medio de comunicación sobre lo que fue su experiencia a 56 años de la masacre en Tlatelolco.

Comenta que, después de ser “adiestrado” por “alguien” que le invitó a formar parte de la guerrilla urbana –a la que se negó, y que después vería en el Penal de Santa Martha hablando con militares-, junto con unos 10 compañeros, de diferentes entidades del país, formó un pequeño grupo.

Entrevista a Javier Altamirano, quie participó en el movimiento estudiantil del 68. A 56 años cuenta su testimonio de aquella tarde donde murieron por manos del ejército, estudiantes que se encontraban en un mitín en la plaza de Tlatelolco. Foto: Aracely Martínez / Ovaciones

En apoyo a la lucha

En poco tiempo, se hicieron de una imprenta que les regalaron por la zona de Tacuba, que llevaron al Centro, poniéndola al servicio del movimiento estudiantil, para imprimir miles de panfletos, propaganda y escritos que regalaban a la gente de a pie y que viajaba en los medios de transporte masivo de entonces, así como para entregarlos a los trabajadores de varias fábricas.

Pero además, Altamirano Ortiz comenta que estuvo a un par de metros de distancia de quienes fueron acribillados la tarde-noche de ese 2 de octubre.

“Estaba ahí, a un costado izquierdo de la puerta lateral de la iglesia de Santiago Apóstol” esperando que le dieran un manuscrito que nunca recibió. Afirma que el movimiento, de hecho, ya estaba en decadencia, “hablaban de dinero y no se ponían de acuerdo”, pero también comentó del fuego cruzado en el que militares y los integrantes del batallón Olimpia se enfrascaron.

Entrevista a Javier Altamirano, quie participó en el movimiento estudiantil del 68. A 56 años cuenta su testimonio de aquella tarde donde murieron por manos del ejército, estudiantes que se encontraban en un mitín en la plaza de Tlatelolco. Foto: Aracely Martínez / Ovaciones

Inicio de la masacre

Reseñó que el 2 de octubre tenía como misión, junto con un compañero de nombre Aaron, recibir un documento de don Heberto Castillo entre las 6:30 y las 7:00 de la noche “para imprimirlo rápido”; llegaron desde las 5:00 de la tarde, empezaron a ver cómo llegaba gente a la explanada y escucharon la música que se ponía para probar el sonido.

A las 6:15 de la tarde, vestidos con botas negras del Ejército y rapados con casquete corto, pues un año antes habían hecho su servicio militar, se pasaron a la puerta de la Iglesia desde donde vieron cómo llegaron alrededor de 20 a 30 jóvenes, algunos con botas, otros con zapatos normales, con ropa de calle, pero todos igualmente rapados.

“El mitin ya iba en el tercer orador y la gente seguía llegando, y nosotros esperando a que alguien saliera por la puerta, pero como al cuarto para las siete, apareció el famoso helicóptero, y para esto ya habían dicho los oradores que el mitin se iba a terminar porque estaban llegando los soldados. “Nosotros nos pusimos nerviosos, no salía nadie de la iglesia, y aquellos seguían llegando y cuando lanzan las dos bengalas, los jóvenes se ponen un guante, casi todos en la mano izquierda y gritan ‘¡Batallón Olimpia!’, y se echan a correr, sacando las armas y a quienes se encontraban a dos metros de distancia de la Iglesia les empezaron a disparar en el cuerpo, en la cara. Empezamos a correr hacia el edificio Chihuahua, y fue cuando nos percatamos de una cantidad de muertos y vimos la sangre, algunos se quejaban todavía y le decíamos a la gente que pasara por debajo del edificio porque gritaban que los soldados venían ya por el entonces edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores”.

Entrevista a Javier Altamirano, quie participó en el movimiento estudiantil del 68. A 56 años cuenta su testimonio de aquella tarde donde murieron por manos del ejército, estudiantes que se encontraban en un mitín en la plaza de Tlatelolco. Foto: Aracely Martínez / Ovaciones

Javier Altamirano narra lo sucedido casi como si lo hubiera vivido ayer, más aún, cuando vio que uno de los elementos del Batallón le pega a una mujer, y él logra desarmarlo, aventándolo a una fuente.

Más adelante, dijo, se logran meter unas 200 personas a las ruinas de Tlatelolco y como a las 9:00 de la noche, ya que los encontraron, a cada uno le daban un culatazo o un rodillazo y los regresan a la parte atrás de la iglesia, amenazándolos con cartucho cortado.

“Cuando pasamos la primera vez, hemos de haber visto unos 80 muertos o gente herida y cuando regresamos, la lluvia había lavado un poco la sangre, pero sería tal la sangre que salió, que cuando regresamos la sangre se había coagulado, como gelatina y entonces los patos que habían en las fuentes de Relaciones Exteriores, se la estaban comiendo”.

Entrevista a Javier Altamirano, quie participó en el movimiento estudiantil del 68. A 56 años cuenta su testimonio de aquella tarde donde murieron por manos del ejército, estudiantes que se encontraban en un mitín en la plaza de Tlatelolco. Foto: Aracely Martínez / Ovaciones

Después, como a las 10:00 de la noche, “se armó una balacera del lado de Relaciones Exteriores, porque después dijeron que a un soldado se le escapó un tiro, y entonces les tiraron los soldados que estaban en el edificio y en la parte baja a los que estaban del lado hacia San Juan de Letrán”.

Comenta que si bien, apenas estuvo unos cuatro días encerrado en el Penal de Santa Martha, no le fue fácil encontrar trabajo, ya que había sido boletinado por el gobierno federal, y en al menos dos ocasiones, se excusaron de que no lo podrían contratar.