Adán Augusto y Ricardo Monreal ayudaron a construir el edificio de Morena. Ahora los quieren sacar por la puerta trasera. Y se nos pretende hacer creer que siempre fueron ajenos. Ambos han sido operadores centrales del obradorismo. Sus feudos políticos en Tabasco y Zacatecas fueron clave. Y también se convirtieron en piezas centrales en el Congreso para materializar el Plan C. Hoy están bajo fuego. No desde la oposición, sino desde Palacio Nacional.
EL TABASQUEÑO ÚTIL
Adán Augusto López fue aliado de López Obrador desde que estaba en el PRI. Lo acompañó en su salto al PRD, fue gobernador de Tabasco y luego secretario de Gobernación. Fue corcholata presidencial. A pesar del resultado, recibió la coordinación de los senadores de Morena.
Ahora enfrenta una tormenta política. Su exsecretario de Seguridad, Hernán Bermúdez, está acusado de liderar una red criminal. Y no sólo eso: su familia construyó empresas que se beneficiaron de estas redes. Todo se supo porque un general en Tabasco –con permiso de Palacio Nacional– reveló que había una orden de arresto desde hace meses.
EL ZACATECANO OBSERVADO
Ricardo Monreal también tiene una larga historia con AMLO. Fue el primer gobernador de izquierda en México, en 1998. Luego fue legislador, gobernó Cuauhtémoc, buscó la CDMX y fue corcholata. Quedó en último lugar, pero fue premiado con la coordinación de los diputados. Hoy es el siguiente en la fila de los incómodos.
Recientemente fue exhibido por vacacionar en el lujoso hotel Villa Magna, en Madrid, celebrando (otra vez) el cumpleaños de Pedro Haces. Primero lo negó. Luego lo aceptó, pero “solo para desayunar”. Políticamente, fue una señal: te estamos mirando.
EL SILENCIO DE ANTES
Pero cuando eran útiles, nadie en Morena se indignaba. ¿Alguien se quejó por cómo Adán Augusto operó la mayoría calificada en el Senado? ¿Alguien reclamó cuando Monreal salvó a Cuauhtémoc Blanco del desafuero o pactó con Pedro Haces?
Lo mismo con el reparto de candidaturas, las alianzas con expriistas o el silencio ante escándalos estatales. Mientras ganaran elecciones y pasaran reformas, todo era armonía. Ahora ya no.
Ahora son “traidores”, “corruptos” o “ambiciosos”. Se activan campañas en medios, mensajes coordinados y filtraciones judiciales. Pero no hay procesos penales, sólo escarnio público. Porque llevarlos ante la justicia implicaría sacar trapos sucios del partido.
Resulta evidente la estrategia: no justicia, sólo castigo político. Lo necesario para quitarles poder, no para desmantelar las redes que ayudaron a construir.
¿Y LOS DEMÁS?
El patrón se repite. ¿Quién le pide cuentas a Cuauhtémoc Blanco por el intento de violación que denunció su media hermana? ¿Quién exige justicia por los desvíos de Cuitláhuac García en Veracruz, por miles de millones sin justificar?
¿Quién exige a Rocha Moya, tras más de un año de asesinatos y desapariciones desde la captura del Mayo Zambada? ¿Quién revisa el desastre que dejó Rutilio Escandón en Chiapas, sumido en violencia y abandono? Nadie. Porque siguen siendo funcionales al régimen.
La impunidad en la era obradorista se usa como moneda, como premio, como amenaza. Mientras seas útil, eres intocable. Cuando ya no sirvas, te quebramos… pero sin tocar fondo. No hay justicia, sólo reacomodos internos en el movimiento.
Dentro de Morena no barren las escaleras de arriba a abajo. Sólo reorganizan los muebles.
EL DATO INCÓMODO
En 2024, el gobierno federal destinó 4 mil 600 millones de pesos para vacunas infantiles. Para el Tren Maya, AIFA y Mexicana, gastó 18 mil millones en subsidios. Cuatro veces más. Sheinbaum dice que son rentables, pero sin subsidio, no despegan ni con milagro.



