Es un ahorro de 50 mil millones de pesos, aseguró Claudia Sheinbaum sobre la compra de medicamentos 2025-2026. Y lo dijo justo al hablar del principal reto de su gobierno: la salud pública. ¿Pero es buena noticia presumir “ahorros” cuando faltan medicinas, doctores y camas?
En tiempos del obradorismo, conviene repensar qué significa “austeridad republicana”.
AUSTERIDAD
“La mejor manera de demostrar que se ha hecho un proceso transparente es la cantidad de recursos que se han ahorrado”, dijo ayer la Presidenta. Un nuevo estándar: no se mide la transparencia por lo que se entrega, sino por lo que se guarda.
¿Y qué opina un usuario del IMSS o del ISSSTE al saber que el gobierno celebra ahorros en salud? Tal vez no mucho, si lleva meses esperando una consulta.
El pasado fin de semana, la propia Sheinbaum explicó que para completar el sistema de salud se necesitan 3 mil equipos médicos y 3 mil profesionales de la salud. Además, IMSS Bienestar estará listo –con suerte– en 2027. ¿Se usarán ahí los 50 mil millones de pesos? La historia del obradorismo dice que no.
AUSTERICIDIO
La austeridad es una buena práctica, tanto en el sector público como en el privado. Hacer más con menos. Pero como política pública tiene una condición: ahorrar sin sacrificar el objetivo. En salud, eso implica tener medicinas suficientes, personal bien pagado y hospitales dignos.
Pero ahorrar sin cubrir el mínimo no es eficiencia. Es otra cosa. Es austericidio. Y eso terminó pasando. Porque mientras se recortó a la salud, hay sectores que no conocen el ahorro.
En 2025, el presupuesto de salud –que incluye dependencias como la Secretaría de Salud, IMSS, ISSSTE e IMSS-Bienestar– disminuyó en 122 mil millones de pesos respecto a 2024. A eso hay que agregar el dinero que no se gastó a tiempo: el subejercicio.
En contraste, el gasto en intereses de la deuda –el famoso “costo financiero”– aumentó en 82 mil millones, para llegar a 1.1 billones de pesos.
¿Por qué? Porque en 2024, López Obrador pidió una deuda por más de 2 billones de pesos, para “terminar” obras y garantizar el incremento del gasto en programas sociales.
¿Y si esa deuda se hubiera usado para construir hospitales y contratar médicos? ¿Para lograr tener un sistema de salud como el de Dinamarca? Otra historia sería.
DERROCHE
El caso no es único. Los megaproyectos de López Obrador también nacieron con la promesa de austeridad. Pero terminaron costando el doble o triple. Eso significó que cada peso de sobrecosto es un peso que no fue a salud.
Y peor aún, siguen recibiendo subsidios: sólo en 2024, el Tren Maya, el AIFA y Mexicana de Aviación necesitaron 18 mil millones de pesos para sostenerse.
Entonces vemos la doble contradicción. Se “ahorran” recursos donde hay necesidad para destinarlos a donde hay urgencia de inauguración. Y mientras más se “ahorraba”, más se pedía deuda pública. Recorta aquí, endeuda allá, inaugura donde hay cámaras.
Al final, no tenemos un gobierno austero. Tenemos un gobierno austericida. Uno que recorta lo que no controlaba, que desaparece fondos, que castiga la operación institucional… y cuando no alcanzó, pidió deuda.
Porque si la austeridad hubiera sido el objetivo, el dinero estaría en los hospitales. Y no para sostener trenes o aerolíneas.
EL DATO INCÓMODO
Se adelantó el Buen Fin. El INE impuso multas “con descuento” a 121 candidatas y candidatos judiciales por beneficiarse de la operación acordeón. Ni una sola sanción supera los 200 mil pesos. Algunos futuros ministros, como Hugo Aguilar, apenas pagarán 39 mil. En total: 18 millones en castigos simbólicos. Qué baratos salieron los cargos judiciales.



