LUIS WERTMAN ZASLAV
Cualquier coyuntura nos permite hablar sobre los temas sociales que son importantes, aunque no siempre urgentes, en la agenda de la política o de la economía.
Contar con una buena educación pública y privada es determinante para el desarrollo de un país, eso no tiene mucha discusión, el objetivo de fondo es cómo lograrlo.
En este debate por los contenidos, el papel de los responsables de crianza, principalmente madres y padres, es revisar primero la educación que imparten en casa y los valores y principios con los que están formando a los más pequeños y a los jóvenes.
Una sociedad que busca progresar debe actualizar constantemente las herramientas que le proporciona a su niñez y a su juventud para enfrentar el mundo que los rodea. Esa es una tarea que inicia en el hogar y se complementa con la escuela, no al revés.
Descargar en la instrucción pública y privada la responsabilidad de educar, ha hecho pensar a muchos intereses, y no menos interesados, que el sistema educativo es el único medio por el cual se construye a los ciudadanos. Si hay deficiencias académicas en casa, éstas se deben suplir en la escuela; lo mismo en caso de que los valores y principios sean distintos en la intimidad del hogar, respecto a los que se necesitan para una sana convivencia social. Estas han sido ideas que nos han perjudicado más de lo que estamos dispuestos a admitir, porque hemos establecido dos formatos educativos, uno que es y otro que debería ser, muchas veces tan alejados que se han vuelto antagónicos.
En un salón de clase, por ejemplo, se impulsa la lectura de diversos materiales para ampliar el conocimiento, pero no es el único sitio en el que debe fomentarse la lectura, el hogar lo es también. Podemos argumentar situaciones de ingreso para adquirir libros, solo que la posibilidad de acudir a bibliotecas públicas, a ediciones baratas y hasta la propia lectura digital, están ahí para la mayoría de la población conectada a internet. Es posible que ya no estemos tanto frente a un problema de acceso, como a uno de hábito.
Es decir, tenemos al alcance muchas fuentes de conocimiento que nos permiten contrastar, comparar y cotejar, cualquier dato que se imparte en una clase de educación pública o privada.
En esta polémica por la que atravesamos, las y los responsables de crianza podemos informarnos, atender las versiones que se hacen públicas y llegar a un juicio razonado sobre si estamos ante un caso de adoctrinamiento, que dudo sea así, o de una nueva narrativa que antes no se mencionaba porque no se adaptaba al modelo vigente en ese momento.
Decir que la historia es una, puede facilitar la comprensión basada en fechas y hechos, nunca del contexto o las circunstancias en las que sucedieron. Esa manera de narrar lo único que creó fueron estereotipos e ideas vagas acerca de los acontecimientos que nos han marcado como nación.
Es legítimo que tengamos una visión sobre la forma en que deseamos que avance el país, lo que no podemos hacer es criticar sin tener conocimiento pleno de la propuesta educativa que se nos presenta, o peor aún, hacerlo cuando en casa no impartimos ningún conocimiento, valor y principio que nos ayude a ser mejores ciudadanos.
Tenemos que empatar la historia oficial anterior, con la que nos tocó vivir directamente; unir la experiencia con los datos reales y a partir de ello, reconciliar los hechos difíciles con las expectativas de una sociedad más armónica, inteligente y tolerante.
Cualquier libro es una herramienta para aprender, la guía para usarlo y aprovecharlo está en el hogar y la dan los padres y después los profesores. Reducir las diferencias entre lo que se enseña en el aula y lo que se vive en las calles es lo que permite el crecimiento social e intelectual en conjunto.
Escucho y leo comentarios tan disímbolos sobre el tema educativo que pareciera que estamos hablando de todo y de nada al mismo tiempo. Los especialistas tendrán que hacer su labor para llegar a un consenso sobre los instrumentos de enseñanza pública; sin embargo, las madres, los padres y otros responsables de crianza, tienen (tenemos) la misión de aportar nuestro propio conocimiento para equilibrar cualquier postulado anterior, presente y posterior.
A mi generación le mencionaron muchas veces que la historia (y para el mismo efecto las ciencias) la escriben los vencedores. Eso omite de facto el punto de vista de los supuestos derrotados. Creo que en esta etapa, la historia la podemos contar los ciudadanos bajo el principio de que todos buscamos lo mismo: vivir en paz, con prosperidad y con oportunidades para quien se esfuerza y las busca. En eso, al menos, estoy seguro de que estamos de acuerdo.