Desfile acotado, gritos espontáneos y disciplina marcial en el Centro Histórico

La jornada combinó participación estudiantil y un recorrido reducido entre el Monumento a la Revolución y el Zócalo. La presidenta pasó lista desde un jeep militar y los cañones lanzaron 21 salvas en su honor.



Foto: Aracely Martínez

La muchachada entusiasta grita “presidenta” mientras la mañana avanza sobre la plancha del Zócalo y el murmullo crece conforme llegan los contingentes que resguardarán la ceremonia militar, un acto que este año se acotó del Monumento a la Revolución al Centro Histórico por las convocatorias a marchas difundidas en redes que obligaron a comprimir el recorrido sin alterar la presencia de cada cuerpo castrense que, desde temprano, afina

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Los militares en botarga de “Juan” y “Adelita” se alistan en un costado del Palacio Nacional, donde los encargados de logística supervisan cada desplazamiento y dan instrucciones rápidas a los animadores uniformados que se convierten en un puente entre la solemnidad castrense y el júbilo infantil, pues deben mantener la atención de las familias que ya ocupan la gradería instalada a pie de calle para seguir la ceremonia sin perder detalle.

Los militares, expertos en logística, coordinan los tiempos con precisión mientras dos aeroplanos amarillos custodian en la Plaza de la Constitución a los cuerpos que participarán en la parada militar, un dispositivo que se adaptó al recorrido reducido, pero mantuvo también la participación de la Fuerza Aérea como recordatorio de la magnitud simbólica de la efeméride y la presencia de las Fuerzas Armadas en esta jornada de carácter histórico.

Las filas toman posición en la avenida principal, mientras los binomios caninos se convierten en una atracción paralela del protocolo, pues hacen las delicias de los pequeños que esperan ansiosos una selfie con los perros adiestrados que, sin romper disciplina, se inclinan apenas para permitir la foto que provoca gritos y risas en la zona reservada para escuelas.

A las 9:48 se pide a todo el personal que ocupe sus lugares y el ambiente cambia de inmediato: las voces disminuyen, las filas se cierran, los mandos ajustan la formación, y la botarga de “Adelita” anima a los niños a gritar y participar mientras corre entre las primeras filas y manda besos a los estudiantes que responden con entusiasmo y saludan a la figura que se mueve con energía frente al estrado.

Dos botargas de pilotos se pasean arrogantes frente a las gradas instaladas frente a Palacio Nacional y levantan los brazos para provocar los aplausos del público, justo cuando un grupo de la Guardia Nacional se aposta frente al graderío que ocupa la principal plaza de armas del país, un movimiento que cierra el perímetro de seguridad antes del arribo de la presidenta a la zona donde encabezará la conmemoración.

Con toda ceremonia, Claudia Sheinbaum sale de Palacio Nacional para encabezar el desfile conmemorativo por el 150 Aniversario de la Revolución Mexicana. A las 10:12 la presidenta iza la bandera entre el sonido de los tambores y la orden marcial que acompaña el ascenso del lábaro patrio en el mástil principal, y el silencio que se forma en la plancha del Zócalo contrasta con los minutos previos cuando predominaban las voces infantiles, pues ahora cada mirada se centra en la ceremonia que marca el inicio del protocolo oficial frente a miles de asistentes.

A bordo de un jeep militar, la mandataria pasa lista a las tropas que participan en la conmemoración y saluda uno a uno a los cuerpos formados mientras los altos mandos repiten los nombres de las unidades en una cadencia solemne, un gesto que reafirma la jerarquía del acto y que provoca que varias personas alcen sus teléfonos para capturar el momento en que la jefa del Estado se desplaza lentamente frente a los contingentes.

Suena el Himno Nacional y los cañones sueltan los tiros en honor de la mandataria, una secuencia que retumba en el Zócalo y hace vibrar los cristales de los edificios aledaños mientras el humo blanco se dispersa por la plaza, creando un velo tenue sobre la formación militar justo antes de que los músicos concluyan las notas finales del canto patrio.

El primer orador, el general Ricardo Trevilla, titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, toma la palabra y recuerda que el Ejército mexicano tiene como origen la Revolución con un carácter social que, según su discurso, definió la vocación popular de la institución y su papel en la historia del país, una afirmación que algunos asistentes escuchan con atención mientras otros observan el movimiento de los helicópteros que se aproximan para la segunda parte del acto.

La presidenta critica el carácter de explotación del régimen porfirista y retoma la referencia histórica hecha por el general Trevilla al subrayar que la Revolución se levantó contra los abusos que marcaron la etapa previa, una frase que conecta con el tono del acto y que provoca un aplauso inmediato de los presentes, quienes repiten el grito inicial: “¡Presidenta!, ¡presidenta!”, mientras el desfile se alista para continuar con su ruta reducida hacia el Zócalo.

En 90 minutos desfilan ante el pueblo de México, una bandera monumental, cuatro estandartes de guerra, 2 mil 759 integrantes del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, 19 deportistas, 100 charros, 44 civiles, 62 niños, 34 vehículos terrestres, nueve vehículos antiguos, 503 caballos, 23 aeronaves, tres águilas. “Sin novedad”, refiere el general de División de Estado Mayor, Juan José Gómez Ruiz, comandante de la IV Región Militar y comandante de la Columna del Desfile, quien rindió el parte de novedades correspondiente a la Presidenta Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y Comandanta Suprema de las Fuerzas Armadas.