La xenofobia ya es un problema en México: Migrantes

28, marzo 2024

Patricia Ramírez y Aracely Martínez / Ovaciones
Fotos: Aracely Martínez

La paciencia se le termina a los mexicanos. Un país solidario que sabe lo que es ser migrante, si no en carne propia, sí en la de alguien de su familia que partió al norte por una vida mejor. Pero un año es mucho. El tiempo que lleva tomada la Plaza Giordano Bruno y que ya pesa entre los vecinos y comerciantes de la zona.

“Al principio nos daban trabajo, ahora, ya no nos quieren pagar la jornada completa y hasta para poner a cargar el celular nos cobran o quieren que pague el doble por el pasaje, fácil en un día, un mexicano se puede llevar hasta mil pesos de solo cobrarnos por algún favor”, explica Esteban, migrante proveniente de Haití.

 

 

Expresa que, también le tocó ver que un día sin más explicación a un grupo de personas golpear a un señor de 60 años de edad que aquí en la Plaza acampa también, aunque intervinieron las autoridades. “Para nosotros eso no es vida y es discriminación“.

Lo que dice puede doler en el orgullo a los que ahora somos sus anfitriones en nuestro país: lo trataban mejor en Chile, nación donde hasta pudo aprender el idioma español y después seguir su peregrinar hacia Estados Unidos, con pausa en México.

“Hemos tenido que reinventar la forma de hacernos de nuestras cosas, vendiendo lo poco que tenemos y de esa forma pagar hasta para bañarnos, un día recuerdo que fui a preguntar cuánto cobraban por el agua y me gritaron ¡lárgate de aquí!”, relata Esteban.

José Agustín, venezolano que lleva poco más de un mes asentado en la colonia Juárez, relata que le ha sido difícil encontrar trabajo, nadie lo quiere contratar porque le piden los papeles, y eso ha hecho que ahora lo miren feo porque vive en situación de calle, aunque, a veces tiene suerte dice “y si le pagan una jornada de trabajo”.

 

 

Comenta que a pesar de estar en una situación difícil, trata de darse valor, pues tiene esposa y tres hijos a quienes todos los días les dice: “tenemos que ser positivos, vamos a salir adelante, ya nos falta menos”, en su mente no está el darse por vencido, pues desde el 2017 que salió de su país, siempre se ha fijado una meta y es la de llegar a Estados Unidos.

“Los mexicanos deben tener claro que un día podrían pasar por lo mismo y requerir ayuda de otras personas, y aunque a mí me han llegado a decir uno que otro insulto en la calle, yo solo me doy la vuelta y pienso en los que sí nos han ayudado”, destaca.

La situación se ha vuelto un problema. Si hace unos meses las historias eran de solidaridad y ayuda desinteresada, ahora han cambiado al recuento de las incomodidades y perjuicios que tienen sobre los que ahí viven o cuentan con un negocio en la zona.

Para Gonzalo, quien tiene un puesto de quesadillas cerca de la Plaza, los migrantes que ahí se encuentran han alejado a los clientes de su local, “la gente ya no quiere pasar por este lado de la calle y menos consumir los alimentos que vendo, porque les da desconfianza que alguno de ellos se muestre agresivo”.

También Jorge, gerente de un restaurante de la zona, destaca que en el invierno no hubo problemas con los migrantes y la convivencia era buena, porque sus actividades las concluían temprano, “ahora con el calor, es obvio que tienen que salir y estar fuera más tiempo. Hay cosas que nos rebasan, estamos agotados emocional y físicamente, que no haya una autoridad que quiera hacer algo al respecto”.

 

Una bomba de tiempo: Diputado migrante

Trece y medio millones de personas han atravesado el país desde 2019 para intentar llegar a Estados Unidos. Ese número es tremendo, representa a más de la población entera de algunos de los países de procedencia. Eso ha tenido consecuencias principalmente para Ciudad de México y su llegada se ha convertido en una bomba de tiempo, porque los asentamientos en calles y albergues de la capital están generando
ya roces violentos con vecinos y transeúntes y eso es muy peligroso, advirtió el diputado local Raúl Torres Guerrero.

 

 

El legislador migrante reconoció que, aunque la CDMX es por tradición solidaria y recibe bien a los extranjeros, ya se han registrado actos que rayan en la xenofobia, debido a la indolencia de las autoridades federales y locales.

Refiere que ni siquiera hay certeza de cuántos extranjeros están asentados, su condición migratoria, sus nacionalidades y si tienen antecedentes penales en sus países de origen, lo que representa una situación de riesgo tanto como para los migrantes como para los ciudadanos. Detalló que están habitando en prácticamente en todas las alcaldías y aunque hay albergues, también se les puede ver en muchas
otras alcaldías buscando trabajo o pernoctando en las calles.

Al referirse al programa anunciado por el presidente Andrés Manuel López Obrador para retornar a sus países de origen a miles de inmigrantes, con un apoyo de 11 mil pesos por persona, dijo que va a resultar inútil porque se va a volver una cadena
interminable, en la que van a entrar más personas por cada una que sea retornada y no va a haber presupuesto que alcance.

Finalmente, dijo que también se tienen que valorar a los migrantes mexicanos que están en Estados Unidos y otros países, porque, sentenció, los chilangos son el quinto lugar en el envío de remesas a México y también se les tiene que reconocer.

 

¿Un futuro mejor?

Para Esteban, de origen haitiano, expresa que la ilusión de llegar a tener una vida mejor sigue, “yo quiero cruzar a Estados Unidos, quiero tener mis papeles, porque todos somos seres humanos, tenemos piel, sangre y sueño”.

“Le pido a Dios que antes que empiecen las lluvias en México, ya no estemos en una situación de calle y logremos llegar a nuestra meta, cruzar la frontera, y vivir con dignidad”, anheló José Agustín, el venezolano que no pierde la esperanza.