Las nuevas generaciones

26, abril 2023

GUSTAVO MARES

Hace no muchos años, el relevo generacio-
nal en los tendidos llevaba un orden cronológi-
co. Así las cosas, era habitual que el abuelo lle-
vara al padre, y éste al hijo.

Al mismo tiempo, en cierta etapa de la vida, cualquie-
ra de ellos acudía a los toros con los amigos que se hacen

en común en el medio taurino.

De repente esa transmisión de la tauromaquia se rom-
pió. Y a las nuevas generaciones se les comenzó a denos-
tar. El término ‘villamelón’ cobró especial relevancia en

los tendidos, cuando los aficionados que ‘chanelan’ debe-
rían haber mostrado la tauromaquia a los recién llegados.

Al mismo tiempo la esencia de la tauromaquia co-
menzó a desvirtuarse y se le dio el tratamiento erróneo

de una actividad deportiva, cuando el toreo ‘es un arte en

el que los errores se pagan con la vida’ diría el desapare-
cido Luis Procuna Montes ‘El Berrendito de San Juan’ en la

inconmensurable película ‘Torero’, dirigida por el español
Carlos Velo y producida por la casa Barbachano Ponce.

Hoy, el grueso de los aficionados, así como de los me-
dios de comunicación que dedican algún espacio a la tau-
romaquia, están enfocados en el número de orejas y ra-
bos que cortan los toreros, pero pasan de largo la emoción

que hay en torno a lo que hacen adentro del redondel,
que es lo que realmente vale la pena en la tauromaquia.

La concesión de orejas en el toreo se remonta a la épo-
ca en la que en las plazas públicas españolas se soltaban

toros bravos. Ahí, los más valientes del pueblo se las in-
geniaban para pasaportarlos. Quien lo lograba se hacía

acreedor a la carne de ese astado y para identificar al
triunfador de ese beneficio, el representante del rey le
daba a manera de contraseña la oreja para que fuera a
reclamar el premio al destazadero.
Pero la emoción es otra cosa. Se siente y no se mide.
Cuando los profesionales del toreo y los medios de
comunicación comprendan que el toreo se sustenta en la
emoción que producen un toro bravo y un hombre que
sin trampas se juega la vida delante de él, las plazas de
toros volverán a llenarse.
Seguramente pocos aficionados recordarán si la faena
del entrañable Rodolfo Rodríguez ‘El Pana’ a ‘Rey Mago’
de Garfias en la Plaza México tuvo algún premio. Pero lo
que es imborrable son aquellos momentos mágicos que
el torero de Apizaco le regaló a propios y extraños.
Y la emoción no sólo quiere decir ‘faenas bonitas’. Es
todo lo sorpresivo que envuelve a una corrida de toros. Lo
que nos hace sentir algo.
Desafortunadamente, en el marco de la reactivación

taurina, cuando se supondría que todos ‘tirarían la carre-
ta en una sola dirección’ no falta quien quiere aprove-
charse de la situación y ofrece ‘gato por liebre’. Peor re-
sulta, cuando además de la falta de trapío, las cornamen-
tas están visiblemente arregladas, lo que le resta seriedad

al espectáculo y aleja al público de las plazas.
Para que exista en un recinto taurino emoción, más
allá del juego que pueda dar un burel, es menester un toro
íntegro y con edad, porque la suma de esos dos factores
transmiten muchas sensaciones a los tendidos.
La profesión de torero es una de las más hermosas del
mundo, pero también es una de las más difíciles, lo que se

complica aún más en esta época en la que priva el desco-
nocimiento de lo que es la esencia de la tauromaquia.

Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Cuándo
abrirá la Plaza México para dar funciones taurinas)

@tavomares1 / www.torosyfaenas.com.mx