Manos que forjan devoción

José Juárez, carpintero, ha trabajado durante décadas en la elaboración de la cruz, convirtiéndolo en un oficio de generación en generación



Foto: Aracely Martínez / OVACIONES

José Juárez ha dedicado casi toda su vida a elaborar la cruz que porta el Cristo de Iztapalapa cada Semana Santa. Desde hace 48 años, su familia ha sido la encargada de tallar esta pieza clave de una de las representaciones religiosas más emblemáticas de México. Todo comenzó con su padre, quien inició esta labor con pasión y devoción, legado que decidió continuar.

La cruz es más que un objeto simbólico: pesa entre 90 y 100 kilogramos, está hecha de pino traído de Michoacán y mide más de seis metros de largo. Cada año, la madera llega a principios de enero y, durante semanas, es trabajada con esmero, no solo con herramientas, sino también con pensamientos y oraciones dirigidas a Cristo. “No hay diálogo, pero sí muchos pensamientos, sobre todo deseando que el muchacho que la va a cargar llegue con bien”, cuenta José.

La cruz ha sufrido desgastes y hasta fracturas, como cuando cayó durante la representación de las caídas. En esa ocasión, se recurrió a una cruz de repuesto guardada en la capilla de la Asunción, lugar donde hoy se resguarda año con año desde hace casi tres décadas. La entrega se realiza cada Miércoles Santo, en un acto que, aunque sencillo, es profundamente significativo.

José recuerda con emoción que en 2015, el año en que falleció su padre, talló una cruz con un diseño especial en su honor, cumpliendo un deseo que nunca se había concretado. Para él, elaborar la cruz no solo es una muestra de fe, sino también una forma de mantener viva la historia y la identidad de su comunidad.

“Que la gente vea la cruz, que vea el trabajo… es una penitencia que hizo una persona por nosotros”, afirma con orgullo. Hoy, su hijo y su nieto se preparan para seguir el camino. Porque más allá del peso físico de la cruz, lo que realmente se transmite es el peso de una tradición que no se ha roto en casi medio siglo.

32 años de fe como nazareno

Respecto a quienes también consideran un honor partiipar en el viacrucis, destaca Eric Ramírez, empleado y orgulloso nativo de Iztapalapa, quien lleva más de tres décadas participando en la representación de la Pasión de Cristo. Este 2025 volverá a encarnar a un nazareno, portando la túnica morada, el manto blanco, la corona de espinas y una cruz, elementos que simbolizan su entrega y fe durante el Viernes Santo. “Es el momento más fuerte para mí, espiritualmente. Me siento más cerca de Dios cuando estoy abajo de la cruz”, comparte.

A lo largo de 32 años, Eric ha desempeñado diversos papeles: pregonero, Simón Cirineo, Dimas, Barrabás y personajes del concilio romano. Aunque ya no participa activamente en el comité organizador del COSIAC, forma parte de él como socio decano. “Toda mi familia es de Santa Bárbara, de San Lucas, de San José… soy orgullosamente de Iztapalapa”, dice.

Para él, la Semana Santa va más allá de un evento religioso: representa comunión, identidad y legado. Cada atuendo y símbolo, desde la palma del Domingo de Ramos hasta el sirio del Jueves Santo, es parte de una tradición viva que sigue conmoviendo y uniendo a toda la comunidad.