Mi pasión por la comunicación VIII

29, octubre 2022

La Secundaria del Colegio México fue una etapa inolvidable en nuestras vidas. Es
diferente de la primaria en donde se inculca a los niños la educación básica. La
escuela secundaria busca proveer un alcance de conocimiento mientras prepara a los
estudiantes a convertirse en adultos, pasar a la preparatoria y finalmente ingresar a
las instituciones de educación superior, y llegar al mundo laboral.

Entre la primaria y la preparatoria se encuentra esa etapa muy necesaria que puede
definir gran parte de la personalidad y de los intereses de los adolescentes: la
educación secundaria.

En primaria tuvimos acceso a conocimientos básicos del Español: las reglas de
ortografía, de puntuación, de acentuación y la conjugación de los verbos. De las bases
de la Geografía y la Historia. La Educación Física, y la clase de Canto. La clase de
Biología. Y de materias inentendibles como la Aritmética y el idioma Inglés. Todo ello
acompañado de nuestras lecciones diarias de Historia Sagrada. En Primaria nuestro
director fue el Maestro José González.

En la secundaria se reforzaron esas materias e ingresaron nuevas: la Física y la
Química, la Encuadernación, el Álgebra; los siguientes niveles de Biología, Educación
Física y Deportes, Inglés, la Historia y la Geografía de nuestro país y del mundo
entero.

Nuestra época fue bellísima y divertida. No puedo dejar de lado todo lo que
aprendimos de nuestros buenos maestros cuyos apellidos relaciono más adelante. No
podremos olvidar nuestros talleres de Encuadernación, de Física, de Biología;
nuestras peregrinaciones a pie hasta la antigua Basílica de Guadalupe; nuestras
intervenciones en el coro del Colegio en la propia Basílica, en la Iglesia de la Sagrada
Familia, y la de la Inmaculada Concepción.

Vendrá a nuestra memoria el tañir de la campana de fin de clases, y salir corriendo
para ir a comer chicharrones con salsa y pepinos en la esquina de Mérida y Puebla, y
después saludar y enviar besos a las muchachas del viejo Colegio Oxford de la calle
de Córdoba, chamaconas que nos miraban felices desde sus balcones y ventanas.

De pasadita nos deleitábamos con el maravilloso jardín que tenía la casona de la esquina
de las calles de Puebla y Córdoba con un pueblo en miniatura y sus figurillas que
parecían moverse. En esa calle de Córdoba, casi esquina con Durango estaba la casa del entonces Arzobispo Primado de la Iglesia Católica, don Luis María Martínez, quien
nos recibió dos o tres veces y nos dio su bendición.

Bueno, pues finalizamos el ciclo de secundaria en 1954. Recibimos nuestros
Diplomas, que mucho nos enorgullecían, y también el documento que acreditaba que
subíamos al siguiente nivel: la preparatoria, el CUM.

Nos fuimos con el corazón henchido de alegría y agradeciendo las atenciones,
conocimientos, reprobadas y regañadas de nuestros maestros Estrada, Eloy T. López,
Elías Rodriguez, Constancio Córdoba, Daniel Nava, Andrés Baca, Agustín Lemus,
Adrián Flores, Baltasar Santillán, Guillermo Orta, Jesús Gil, Ubaldo Arnaiz, Genaro
Ruiz de Chávez, Ignacio Ocaranza, Gonzalo García. Todos ellos encabezados por el
gran director de la secundaria, el maestro Gabriel Moulin Valle. Seguramente he
olvidado alguno, lo cual lamento mucho, pero la memoria no provee más.

Tampoco podré dejar de mencionar a mis queridos compañeros y amigos, a quienes
hoy llamo cuasi-hermanos, con quienes conviví la mejor época estudiantil, la
secundaria. Fuimos compañeros de salón, de pupitre, de patio, de campo de futbol, de
lugar en el camión del Colegio, nos pasábamos mano a mano los acordeones,
copiábamos y nos dejábamos copiar, salíamos a recreo a contar chistes y a burlarnos
de lo que había que burlarse, y cuando las cosas se ponían difíciles hasta llegar a los
golpes, se oía el grito: ¡nos vemos en Flora! (callejuela fuera de la escuela donde nos
citábamos para dirimir nuestros rencores).

Recuerdo con mucho cariño a Pepe Lomas, a Poncho Ríos y Valles, a Froylán
Barrios, a Hector Blas Grisi, a Jorge Sekiguchi, a Fausto Barón, a Xavier Barocio, a
Lorenzo Sitges, a Arturo Ayala, a Miguel Lebrija, a Poncho Castellanos, a José Luis
Berjón, a Alfredo Toral, a Neftalí Ramírez, a Víctor López, a Enrique Mitsuma, a
Héctor Tajika, a Lorenzo Sitges, a Memo Briones, a Poncho Castellanos, a Beto
Flores, a Lauro Beck, a Paco Romano, a Luis Zerecero, a Manuel Aja, a Guillermo
Torres, a Chente Cárdenas, y muchos más. Me disculpo por los olvidos. Algunos ya
han fallecido.

Debo mencionar el curioso caso de nuestro querido Profesor Ignacio Ocaranza. Fue
maestro mío en Primaria y Secundaria. Y dio clases a muchas generaciones durante
por lo menos 50 años. Siendo ya exalumnos, empezamos a reunirnos puntualmente a
desayunar y comer, hasta la fecha. Han sido muchos años. Y Nacho Ocaranza acude
a todas las comidas y desayunos con nuestra generación solamente. No nos
explicamos porqué esa empatía, pero es un cariño que le tenemos a nuestro querido
maestro, 10 años mayor que nosotros. (continuaré)

 

Fundador de Notimex
Premio Nacional de Periodismo
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