Martín Avilés / Ovaciones
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En la frente de Rafael Nadal ha quedado marcada esa inseparable banda que aún lo acompaña en sus últimas pisadas en las canchas. Su musculatura es la misma, como también lo es esa sonrisa eterna que iluminó por última vez la Caja Mágica donde tantas veces derramó su sudor en la arcilla sagrada que hoy ve germinar el frondoso árbol de su leyenda. La tierra es de quien la trabaja y el balear eligió las primeras horas de un 1 de mayo para ponerle punto final a su obra.

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Un tal Jiri Lehecka se encargó de propinar el tiro de gracia al legendario ganador de 22 títulos de Grand Slam en la que —ha asegurado– fue su última participación en el Open que más valoró como profesional a pesar de sus 14 cetros de Roland Garros. Porque en Madrid estaba en casa y ahí solía recargar sus energías precisamente en la víspera del major de pistas lentas cada año.

Ante el checo solo era la crónica de un desenlace anunciado, pues ya Rafa había advertido luego de jugar el lunes anterior por más de tres horas ante el argentino Pedro Cachín que un resultado distinto a la derrota ante Lehecka este martes sería una sorpresa para un toro cuyo último deseo era pisar el ruedo que lo encumbró para despedirse con la frente al sol, o en este caso, frente a su luminoso reflejo en la luna que también se asomó para despedirlo.

El mallorquín se midió con un rival 15 años menor, que terminó por arrasar con el español por parciales de 7-5, 6-4 en dos horas de juego. En las gradas estaba Tomas Berdych, actual entrenador del checo y rival de Nadal en incontables ocasiones en el circuito hace no mucho tiempo. Porque el ciclo de la vida sigue inexorablemente y ahora será turno del manacorí dar paso a nuevas generaciones y mirar los toros desde las barrera.

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De pronto, del techo del estadio se descolgaron banderines que recordaron los títulos obtenidos allí por el tenista de 37 años en 2005, 2010, 2013, 2014 y 2017. Por las bocinas de la Caja Mágica, comenzó a sonar la banda sonora de su película favorita, Gladiator (2000), con un video de sus highlights, al tiempo que no hubo una sola garganta no se entrecortara al mirar los ojos cristalizados de la leyenda local.

“¡Que era una broma, que el año que viene vuelvo!”, dijo para provocar carcajadas repletas de melancolía. “No, de verdad, viendo las imágenes, algunas parecen de otra vida”.

Así terminó la última participación de Nadal en el evento del que se apropió a base de garra, lucha y resiliencia. El español ha cedido el paso a los nuevos valores del deporte blanco y él pasará a reposar al lado de su eterno amigo y entrañable rival Roger Federer en el Olimpo del tenis.

“Aunque no se ha terminado mi carrera, sí que es verdad que aquí en Madrid sí que será la última vez que vaya a estar. Para mí ha sido un regalo que me habéis hecho, durante estos 21 años. Incluso más importante que un Grand Slam que haya ganado”, finalizó.