MARINA ORTIZ LARA
¿Alguna vez has empezado algo que te ha tomado mucho tiempo y mientras más avanzas más lejos parece la opción de rendirse? Es porque hemos invertido mucho tiempo en determinada acción y pareciera más costoso dejar ese emprendimiento, que rendirse e intentarlo de manera diferente. Como si estuviéramos “programados” para persistir.
Esta perspectiva se puede relacionar con la teoría de aprisionamiento de Jeffrey Z. Rubin, que sugiere cómo nos encontramos atrapados en situaciones de conflicto sin sentido.
La programación para persistir puede ser entendida como una adaptación evolutiva que nos ha ayudado a superar desafíos y dificultades a lo largo de la historia. Sin embargo, cuando esta persistencia se aplica a situaciones de conflicto sin sentido, como lo describe Rubin en su teoría de aprisionamiento, puede resultar en una prolongación innecesaria de disputas y confrontaciones, como lo es la guerra.
Rubin sostiene que el aprisionamiento se produce cuando las partes involucradas en un conflicto se sienten atrapadas en un ciclo perpetuo de acciones y reacciones negativas, sin una clara salida.
En el contexto de la persistencia mencionada, podríamos argumentar que nuestra inclinación innata a no rendirnos fácilmente puede contribuir a la prolongación de situaciones conflictivas. La creatividad sale de contexto y pensar fuera de la caja pareciera un reto a nuestro orgullo.
La resistencia a ceder puede llevar a una especie de “programación” que refuerza el aprisionamiento, ya que las partes involucradas únicamente se enfocan en mantener su posición, más que en encontrar soluciones mutuamente beneficiosas.
Esto no nos permite identificar, que rendirse puede implicar un logro más a largo plazo y nos quedamos recorriendo un circuito sin recompensa en su lugar. Reconocer la importancia de la flexibilidad y la búsqueda de soluciones constructivas puede ser crucial para romper este ciclo y avanzar hacia resoluciones más positivas para uno mismo, para los demás, para terminar guerras.