Tour de Francia, un esfuerzo sobrehumano en las montañas y estigmatizado por el dopaje

MARTÍN AVILÉS Foto: Reuters Las exhaustivas pruebas de montaña dan al Tour de Francia sus escenarios icónicos. Las batallas más épicas, sus legendarias historias y las inesperadas victorias, se han gestado en la cordillera de los Alpes y los Pirineos, donde la orografía se vuelve un desafío casi inhumano. Sus subidas se han convertido en

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MARTÍN AVILÉS

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Las exhaustivas pruebas de montaña dan al Tour de Francia sus escenarios icónicos. Las batallas más épicas, sus legendarias historias y las inesperadas victorias, se han gestado en la cordillera de los Alpes y los Pirineos, donde la orografía se vuelve un desafío casi inhumano. Sus subidas se han convertido en el mayor reto para determinar el portador del codiciado maillot amarillo y, en última instancia, el campeón del prestigioso Tour.

Se trata de una prueba física tan imponente, que ganar de forma limpia el Tour de Francia llegó a ser considerado como “imposible”. Así se decía dentro del pelotón a principios del Siglo XXI, cuando Lance Armstrong dominó a placer la carrera más grande del ciclismo.

 

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Lance llevó este deporte a otra dimensión, antes de reconocer en enero de 2013 que todo había sido una mentira. El siete veces campeón del Tour aceptó ser parte de un complejo sistema de dopaje, mismo que se viralizó por todo el pelotón. “Todos competíamos igual”, reconoció el atleta estadounidense, que se había recuperado de un cáncer de testículos, y era una inspiración para millones de aficionados en todo el mundo, al grado de vender como pan caliente las entonces populares pulseras amarillas de su fundación.

Como consecuencia de su dopaje, la Unión Ciclista Internacional (UCI) y la Agencia Antidopaje de Estados Unidos (USADA) le retiraron sus títulos a Lance Armstrong y así comenzó una nueva época en el ciclismo. Figuras históricas al igual que Armstrongo como Jan Ullrich, Marco Pantani, Aleksandr Vinokourov y Floyd Landis, quien ganó el Tour en 2006, pero fue descalificado un par de semanas después por dopaje, han sido borradas del mapa. Ahora, los controles de las diferentes agencias son más estrictos, así como la intención de los propios protagonistas de limpiar un deporte hecho para súper héroes, pero maltratado como ningún otro.

El oscuro mundo del dopaje fue retratado en Ícaro (2017), un documental del director Bryan Fogel trasmitido por la plataforma Netflix que aborda el dopaje en el deporte desde la perspectiva de un ciclista que comienza a doparse y así demuestra cómo comienza a mejorar sustancialmente sus resultados. El filme termina por desnudar toda una red de uso de sustancias prohibidas por atletas rusos en los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, pero deja sembrada una duda sobre si aún existe el dopaje en el ciclismo.

La organización de las grandes competencias (Tour de Francia, Giro de Italia y Vuelta a España) modificó su programa, reduciendo el número de horas que pasan los deportistas sobre su bicicleta y con trayectos más accesibles para un humano, con la finalidad de erradicar esas malas prácticas.

Como muestra, este año tan solo hay dos etapas que superan los 200 kilómetros, siendo la más larga de 203 y en llano, mientras que, en contraste, en 2005, el último año de Armstrong, fueron seis por encima de los 200 km, siendo la mayor de 239 en montaña. En total, la presente edición de la ‘Grande Boucle’ consta de más de 3 mil 400 kilómetros por recorrerse durante tres semanas, en un ritmo promedio de 42 kilómetros por hora, lo cual se trata de un esfuerzo sobrehumano que intentan hacer 176 ciclistas de 22 equipos diferentes.

No todos lo logran. Muchos de ellos quedan en el camino de la carretera, que encuentran en los puertos de montaña un infierno que recorren en los Pirineos y los Alpes.

 

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Todas las subidas se dividen en cinco categorías, que van desde la cuarta categoría hasta la Categoría Especial. La etapa más dura de la edición 2023 del Tour de Francia será la del próximo miércoles, la 17 de julio, cuando los escaladores tengan que desafiar el Col de la Loze, una subida que tiene una cumbre a 2 mil 304 metros sobre el nivel del mar.

“En la montaña el dolor acecha. En la base, cuando estás entusiasmado, te sientes fresco. Puedes responder a las pequeñas aceleraciones. Puedes cerrar el espacio con la rueda de enfrente. A medida que subes, la frescura desaparece”, reconoció el británico Chris Froome, quien es el último gran campeón de la ronda gala al conseguir el título en cuatro oportunidades entre 2013 y 2017.

A la presente edición todavía le quedan seis etapas por disputarse, cerca de 800 kilómetros todavía para que el esloveno Tadej Pogacar y el danés Jonas Vingegaard definan al portador del maillot amarillo en París. Una contrarreloj de 22 km, el ascenso al Cole de la Loze y otra gran etapa de montaña en la previa al paseo por el Parque de los Príncipes es lo que le falta por recorrer al pelotón durante los próximos días.

Las miradas estarán puestas en la rivalidad entre Pogacar y Vingegaard, ganadores de las últimas tres ediciones y quienes están protagonizando la batalla más dura que se recuerda desde la época de Alberto Contador y Andy Schleck. Los separan de momento únicamente 10 segundos, diferencia que se pondrá en juego en la carretera entre los dos mejores ciclistas del momento.