Donald Trump volvió a la Casa Blanca. Y con él, regresaron las amenazas: deportaciones masivas, aranceles, cierre de la frontera y posibles acciones militares en territorio nacional.
Aunque para Claudia Sheinbaum, la tormenta Trump tiene otro significado. Así como en su momento AMLO dijo que la pandemia le vino “como anillo al dedo” para afianzar su proyecto, ella usará a Trump como el villano perfecto para fortalecer su liderazgo, cerrar filas y consolidar su control en la política interna, hoy fragmentada en diversos liderazgos tras la salida del jefe máximo.
Trump, el enemigo externo que todo lo unifica
Sheinbaum organizó un evento sin precedentes. Reunió a 32 gobernadores y a más de mil presidentes municipales para firmar lo que se presentó como un Plan Maestro de colaboración.
Pero más que un acuerdo para proyectos prioritarios, fue un intento de mensaje de unidad nacional ante la tormenta Trump. Un cierre de filas con foto incluida.
El momento elegido no es casualidad. La Presidenta necesita cohesión interna, especialmente tras un relevo presidencial que aún no consolida su liderazgo absoluto.
Hoy la sombra de AMLO sigue presente y la lealtad de los huérfanos políticos no es automática. Trump, con su agresiva agenda contra México, llega en el momento perfecto para darle a Sheinbaum una bandera de resistencia interna y externa.
El problema es que una foto no representa apoyo automático. Un ejemplo es la gobernadora panista de Chihuahua, Maru Campos, quien aseguró que su estado “no se convertirá en un albergue de migrantes”, alejándose de la estrategia federal. Por ahora la fragmentación política sigue vigente, por el momento.
Nacionalismo por supervivencia
El regreso de Trump llega en un momento en que el gobierno de Sheinbaum necesita reorganizarse y afianzar su control sobre el aparato político de Morena, el cual de manera temprana padece conflictos entre perfiles como Adán Augusto y Ricardo Monreal, cada uno con sus propios intereses de cara al 2030.
Pero la distracción del estadounidense es útil: Permite que el gobierno federal reoriente su narrativa sin entrar en conflictos internos. Desvía la conversación sobre los problemas económicos y de seguridad. Sirve como argumento para acelerar ciertas políticas que podrían enfrentar resistencia en otro contexto.
Trump es el enemigo conveniente. Uno que permite reforzar el discurso de soberanía, justificar fracasos y controlar la discusión pública sin necesidad de abrir debates sobre fallas internas.
El mismo día que Trump asumió la presidencia, el gobierno de Sheinbaum presentó “México te abraza”, un programa para recibir a los deportados. La estrategia incluye la incorporación a programas del Bienestar, el acceso al IMSS, apoyo para encontrar empleo, y una tarjeta con 2,000 pesos para cubrir traslados.
Aunque son más que nada acciones simbólicas, sin asignaciones directas desde el presupuesto federal, el mensaje es evidente. Sheinbaum usa la amenaza de Trump para fortalecer su imagen. Una encuesta reciente de El Financiero asegura que el 79 % de los mexicanos confía en la “firmeza” de la Presidenta en contra de Trump.
Con esas cifras, es la mejor crisis política que Sheinbaum pudo pedir.
Le da una bandera de unidad, refuerza su liderazgo y desactiva la fragmentación en Morena. Mientras el debate gire en torno a la amenaza externa, los conflictos internos quedan en pausa y la narrativa oficial se fortalece.
No importa si el plan “México te abraza” no tiene presupuesto suficiente. No importa si la relación con los estados es frágil. No importa si el comercio con EE.UU. enfrenta nuevos riesgos. Lo que importa es proyectar firmeza, aunque la estrategia real aún no exista.




