Andrés Manuel López Obrador volvió a sorprender con su decisión de no felicitar a Joseph Robinette Biden, conocido como Joe Biden.
Asegura que lo hará en cuanto haya un resultado oficial, que la elección esté calificada, que a Biden se le declare presidente electo.
Que hayan concluido las impugnaciones y todas las protestas y procesos legales respectivos.
Legalmente tiene razón.
Políticamente no.
Y, mucho menos, en la forma como lo planteó.
Al compararlo con 2006, cuando Felipe de Jesús Caderón Hinojosa, abanderado del Partido Acción Nacional (PAN), se robó la elección con el apoyo del Estado y con toda una planeación y control del Instituto Nacional Electoral (INE), de Luis Carlos Ugalde, y que prefiere esperar a que el resultado sea oficial, está aceptando la posibilidad de que Biden ganó con un fraude o con irregularidades.
O no midió el ángulo o, simplemente, sus asesores en discurso político y comunicación no saben operar.
Andrés Manuel insiste en que a él se la aplicaron entonces, porque los gobernantes de todo el mundo ya estaban felicitando a Calderón Hinojosa cuando la elección aún estaba en proceso de impugnación.
Difícilmente se encontrará algo que tire la elección.
Sólo quiere ser leal a Donald Trump, “quien se ha comportado muy bien con México y ha respetado sin pretender imponer nada”.
Falso.
No hubo choque, porque Andrés Manuel y su gobierno han cedido a todo.
Ahí están los 27 mil soldados de la Guardia Nacional cuidando que no lleguen migrantes a Estados Unidos.
Trump obligó a López a dejar de invitar a los centroamericanos, como hizo en campaña y ya como presidente electo.
Y amenazó con aumentar los aranceles a los productos mexicanos hasta 25 por ciento.
Biden es el presidente de Estados Unidos, aunque Trump patalee y utilice todas sus artimañas para hacerse la víctima y para ganar tiempo, para……… nadie sabe.
López Obrador y Biden se conocen
En 2012, López y Biden se reunieron en la ciudad de México, en una especie de examen oral de la Casa Blanca vía el entonces vicepresidente de Barack Obama, hoy ganador de la elección presidencial.
Existen al menos 180 cables de WikiLeaks que lo mencionan.
Lo espían desde siempre.
Andrés Manuel entregó una carta a Biden, en la que los objetivos son los de la Cuarta Transformación, casi los mismos de ahora.
Tienen diferencias grandes, como darle importancia clave al crecimiento para la generación de empleos y de seguridad.
Hoy, ya en el cargo, y luego de un año de crecimiento negativo de -0.1 por ciento, y de 2020 que ha causado la ruina de miles, anuncia que cambiará la forma de medir el crecimiento y el desarrollo, porque esto no importa.
López Obrador no escucha.
Jamás aceptará que se equivocó.
Si fuera más inteligente aprovecharía la crisis, la coyuntura, para cambiar le ruta, el proyecto y, con un discurso conciliador, echar la culpa a la caída internacional de las economías para corregir el rumbo.
Eso evitaría que sea recordado como un presidente que no supo enfrentar la epidemia.
Por lo pronto, el triunfo de Biden presiona a López Obrador.
No lo deja ni dormir.
Biden llamó ayer a los estadunidenses a utilizar el cubrebocas, porque viene un invierno crudo que causará más daño por la influenza.
El cubrebocas se ha convertido en un tema político.
En un tema de Estado y López Obrador tendrá que aceptarlo.
Biden lo hará entender.
Vámonos: ¿Quién fue el demente que ordenó disparar en la manifestación de anoche en Cancún?
Quien sea, debe ser sancionado.
albermontmex@yahoo.es @albermontmex