Apretar a restauranteros, que pagan impuestos y salarios y no a ambulantes

12, enero 2021

¿Deben los restauranteros acatar el semáforo rojo y mantener cerrados sus negocios cuando las deudas se acumulan?

Claudia Sheinbaum Pardo ha dado chispazos de inteligencia para operar en la CDMX, pero le gana la lealtad en grado de sumisión a Andrés Manuel López Obrador y eso la tiene en dificultades hoy.

Cuidar la imagen, con objetivo electoral ciento por ciento, ha sido su prioridad.

Y no sólo la de ella, sino, principalmente, de su jefe y protector.

A él se debe y por él es capaz de cualquier cosa.

Sin duda, mantenerse en casa y no salir más que para lo elemental es el escenario ideal, si es que se puede aplicar ese término en una epidemia, pandemia, que ha acabado con todo, principalmente con la vida de cientos de miles de mexicanos y dos millones en el mundo.

Pero, realidad mexicana, con 58 millones de personas en pobreza, 12 en pobreza extrema -no tienen ni para comer-, y 30 millones en una clase media que tiende más a bajar que a siquiera mantenerse, ya no se diga subir, ¿cómo les puedes pedir que se queden en su casa?

Y es ahí donde el gobierno de Sheinbaum Pardo se ha equivocado, con el cuento ese de que no son represores ni gandallas, como los que se fueron… según ellos.

El de los restauranteros es un caso similar al de los automovilistas y al del común de la gente que paga impuestos y está en el sector formal de la economía:

El gobierno, que ya no sabe de dónde obtener recursos para regalar mediante sus becas, los aprieta cada día más y más.

Que si no pagas tu tenencia no puedes verificar, que si no pagas tus infracciones no puedes verificar, que si no tienes la quíntuple -broma- no puedes verificar.

¿Por qué Sheinbaum Pardo no envía a sus policías con equipo de granaderos – que ya no son granaderos porque los extinguió en una de sus primeras decisiones como jefa de gobierno capitalina y hoy son un cuerpo especial de reacción, sin reacción, ya que los manda de costales a ser golpeados en todas las manifestaciones- a poner orden en Tepito o en La Lagunilla?

¿O ya, de perdis, en los tianguis de los sábados y domingos, donde la gente no sólo se acerca sino que no utiliza cubrebocas?

¡Ah, no!

Hay que ir por los formales, por los que sí pagan impuestos y por los que han invertido miles, en muchos casos millones de pesos, para instalar sus restaurantes.

Desde una sencilla fonda de comida corrida hasta el restaurante más caro de Polanco, la Roma, la Condesa, Santa Fe o las Lomas.

A ellos sí hay que exigirles, advertirles y sancionarles.

No a los que se instalan en cualquier esquina, banqueta, parque o estacionamiento.

A ellos no hay que molestarlos.

Y qué decir de la venta de toda clase de mercancía en la navidad y el día de reyes.

¡Ah, pero los negocios que pagan renta, salario de empleados, carga social -Infonavit, IMSS y más- impuesto sobre nómina, agua, luz y todo lo que se le ocurra al gobierno, que vive de esos ingresos, a esos hay que someterlos y no permitir que abran para evitar contagios!

Sí, estamos en una emergencia y en una situación jamás vista de muerte y desolación.

Y ciertamente la epidemia y la letalidad del virus no son responsabilidad ni de Andrés Manuel ni de López-Gatell ni de Sheinbaum Pardo, pero lo que sí es su responsabilidad, que podría ser, incluso, negligencia, es la poca seriedad con la que se abordó desde el principio la enfermedad, cuando López Obrador llamaba a abrazarse y a llevar a la familia a los restaurantes.

Y esa soberbia de no utilizar al cubrebocas, porque daña su imagen presidencial, de líder de una nación.

Dicho por él, no por mí, que, acá entre nos, sostengo absolutamente.

¿Qué cantidad de muertes y contagios se podría haber evitado?

Jamás se conocerá.

Pero así hubiese sido una o uno habría valido la pena.

 

¡Diez meses después!

Por cierto, diez meses después, un protocolo sanitario para proteger al presidente.

El contagio de Jesús Ramírez Cuevas, vocero presidencial, por fin puso a trabajar al secretario de Salud, Jorge Alcocer Villanueva, y al mejor funcionario del mundo mundial, Hugo López-Gatell -si conociera la ética ya se habría hecho a un lado desde que se superó su escenario catastrófico de 60 mil muertos-, y hoy se dará conocer un nuevo proceso para el cuidado de Andrés Manuel.

Y es que la actitud y reacción tanto de López Obrador como del otro López, el subse de Salud, ha sido siempre de desdén, de minimizar la gravedad del Covid-19 y hoy pagan las consecuencias.

Hace un par de meses, el tabasqueño confirmó lo que ya se conocía: todos los martes se aplican pruebas de detección de coronavirus en Palacio Nacional a él y a todo el personal, prioritariamente a su primer círculo.

Y aunque al principio del caos, allá por marzo del año pasado era natural la oposición al cubrebocas y a la sana distancia.

Ayer se conoció que la responsable de las becas murió Leticia Armas, por Covid.

Como dijo Joe Biden, el día del asalto al Capitolio, en Washington:

-Las palabras de un presidente importan, no importa qué tan bueno o malo sea ese presidente.

Queda claro cómo lo que diga quien lleva las riendas de un país es clave.

Por eso la importancia de que hubiera portado cubrebocas y hubiera promovido su utilización.

 

Como si hiciera un favor

¿No hay algún asesor que recomiende a Sheinbaum Pardo no contestar así, como si estuviese enojada o como si hiciera un favor a los capitalinos al trabajar en el gobierno, a los reporteros que cubren su conferencia virtual?

¡Qué manera de responder!

Si estaba molesta porque fue exhibida con el incendio del Metro no es culpa de los medios ni de los periodistas.

¿Y porqué sostener a Florencia Serranía, directora del Metro, cuando ya son al menos tres las fallas en apenas dos años?

Y se las recuerdo:

-La muerte de una mujer, que fue abandonada en la calle por vigilantes del Metro porque creían que estaba ebria, el 23 de abril de 2019.

-El choque de trenes el 10 de marzo de 2020, con saldo de dos muertos (además de otras emergencias).

-El incendio en el cerebro del sistema.

Y todavía Sheinbaum Pardo contesta como si los habitantes de la CDMX fueran sus lacayos.

Cuando le preguntan a Serranía por qué no hay gerente de mantenimiento, responde que ella es la directora del Metro y que es responsable de todo.

¿O será que la austeridad para tener más recursos para regalar becas implica ahorrarse ese salario?

Florencia Serranía debe irse del Metro.

 

Vámonos: Abrazo a Jesús Ramírez, vocero de Andrés Manuel. Se recupera.

 

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