Martha y Marcelo a la greña

18, febrero 2023

CATALINA NORIEGA

Le bajaron rápido la temperatura al pleito entre Martha y Marcelito. La ex embajadora de México en Washington y el Secretario de Relaciones Exteriores pusieron en un brete al emperadorzuelo de palacio, que de por sí trae pleito y medio hasta en Estados Unidos.

Su demencia de seguir apapachando a dictadores -ahora con la condecoración al pseudo presidente de Cuba-, aunada a su necedad de negarse a acatar el Tratado de Libre Comercio y otros arrebatos de su tropicoso carácter, tienen a los gringos con los ojos puestos en este su vecino del sur. Si se le suma la imagen de narcoestado, resultante del juicio contra García Luna, se cierra el círculo de las tantas zacapelas.

Si de momento el señor Biden no ha tomado represalias serias, contra las innumerables bravatas, es por la necesidad que tiene de que AMLO le siga deteniendo a la migración, uno de los aspectos que más influyen en el sufragio de los estadounidenses. Sea que opte o no por lanzarse a la reelección, el mandamás yanqui va a dar una fuerte batalla por conservar la Casa Blanca para los demócratas, antes que permitir el regreso de los republicanos y Trump.

Y fue esta cuestión la que revivió el altercado Martha-Marcelo, a raíz de la publicación de un libro de Max Pompeo, ex secretario de Estado de la Unión Americana, quien afirma que él convino con Ebrard en acuerdo secreto, el que México retuviera a las numerosas caravanas de migrantes. La respuesta azteca está a la vista de todos: miles de guardias nacionales cuidan la entrada del Suchiate, impidiendo la peregrinación de centroamericanos, a la frontera norte.

Marcelito, por supuesto, lo negó pero la señora Bárcena salió a corroborarlo y a decir que se hizo a sus espaldas. Que a ella jamás le informaron de algo de lo que estaba en contra. El sainete llegó a extremos de que, en la mañanera el tlatoani permitió que Marcelito saliera a defenderse y él a su vez, condenó a Martha y la colocó en el sector de los adversarios conservadores.

Bárcena aspiraba a ser la secretaria de Relaciones Exteriores, por su cercanía con la casa real, al ser su marido, Agustín Gutiérrez Canet, tío de la no primera dama. El tabasqueño se decidió por Marcelo y como premio de consolación le dio la embajada. Ebrard quiso fundar una oficina para cabildeo en Washington, lo que habría sido una embajada paralela, a lo que Bárcena puso el grito en el cielo y lo acusó con AMLO, quien la detuvo. Entre las ambiciones individualistas y los intentos de ambos por hacerse del mayor poder se prendió la llama de su enfrentamiento.

Quienes son diplomáticos de carrera se las han visto negras en administraciones en las que llegan cancilleres ajenos al debido respeto a una profesión que, por décadas, dejó muy en alto el nombre de México. Ésta no ha sido la excepción. Se ha premiado a ex gobernadores priístas, con altos cargos internacionales, a cambio de sus plazas para morena.

A Marcelo solo le interesa el puesto como trampolín para el 2024, silla embrujada por la que lleva apuntado desde hace años. En la cancillería no ha hecho más que seguir las instrucciones de López y abatirle montón de incendios de los que provocan sus caprichitos.

Por la paz de esta dictadura, Bárcena y su marido tendrán que hacerse a un lado y seguir rumiando su coraje -contra el compañero de los caminos de AMLO-, antes de convertirse en objeto del odio del vengador palaciego, que ya se sabe de lo que es capaz.

 

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