El ruido urbano y el silencio de la autoridad

12, septiembre 2022

Gaby Salido

Los últimos dos meses he compartido en este espacio reflexiones del proceso de Planeación y la consulta del Plan General de Desarrollo y el Programa General de Ordenamiento Territorial. Cada espacio permite hablar de problemas cotidianos que esos documentos no abordan; por ejemplo: ‘el Ruido’.

Este proceso no es sencillo, pero la ley obliga a identificar problemas prioritarios de la mano de la ciudadanía, para que las metas y líneas de acción que se propongan, atiendan esas necesidades.

Ahora, por no seguir los pasos de forma ordenada, la labor del Instituto de Planeación es aún más compleja, pues intenta legitimar acciones y metas propuestas que plantean soluciones en los documentos, sin que la ciudadanía previamente se haya puesto de acuerdo para identificar los problemas a resolver.

Muchas de las proyecciones hechas, aún están en revisión, pues no hay certeza ni claridad en los datos que ocuparon; y aunque parezca mentira, faltan verdaderas soluciones y alternativas para solucionar problemas que disminuyen nuestra calidad de vida.

Si estamos convencidos que este ejercicio de participación colectiva debe dar soluciones a corto, mediano y largo plazo, debemos hacer visibles y abordar los temas que faltan de atender.

No es novedad que en una de las urbes más pobladas en todo el mundo, tengamos problemas de salud por estar sometidos a diferentes factores como el estrés cotidiano, el clima, servicios urbanos cada vez más comprometidos, tránsito vehicular, problemas en el transporte público, o la contaminación.

A consecuencia de la llamada nueva normalidad, la contaminación auditiva ha presentado recientemente un incremento en el número de denuncias y quejas en casi toda la Ciudad, pues al realizar actividades al aire libre, el sonido se dispersa e impacta en otras actividades.

Como referencia, en la CDMX se estableció un máximo de 65 decibeles en un horario de 6 de la mañana a 10 de la noche; y en el caso de bocinas y amplificadores de sonido en el espacio público, el máximo es de 75 decibeles, para evitar afectaciones a la salud.

Lamentablemente la realidad es otra, pues existen muchas fuentes de ruido que rebasan esos límites permitidos, provocando afectaciones al medio ambiente, ya que se alteran ciclos naturales de reproducción, comportamiento de la fauna, entre otras cosas. Por si el medio ambiente no fuera motivo suficiente para atender este problema y plantear soluciones inmediatas en los instrumentos de Planeación, la afectación más grave es a la salud de todas y
todos, pues en el menor de los casos se incrementa la posibilidad de padecer estrés, o en casos más preocupantes, hay mayor riesgo de sufrir algún accidente cardiovascular y provocar la muerte.

El difuso proceso para verificar y atender este tema, no ha permitido lograr verdaderas sanciones; sin embargo, en los documentos de planeación se tuvo la oportunidad de plantear una política pública integral considerando al ruido como un problema urbano, con impactos negativos en el medio ambiente y en la salud de las personas.

¿Qué se propone? En el Plan General de Desarrollo, ni por error vemos algún programa o línea de acción para visibilizar el problema; y en el Programa General de Ordenamiento Territorial se reconoce al ruido como contaminación auditiva, pero está lejos de señalar las consecuencias negativas, y más lejos aún de plantear por lo menos una solución para disminuirlo.

Prefieren contradecirse en el mismo documento señalando a los aeropuertos como un origen del problema y fuente de ruido; para páginas después hablar del aeropuerto Felipe Ángeles como fuente de desarrollo.

Todo ante el incomodo silencio de esta administración del Gobierno de la CDMX que aplaude sin cuestionar las acciones del Gobierno Federal, que en vez de plantear soluciones, sólo generan ruido.

Diputada Congreso CDMX