¡Faramallas!

26, noviembre 2022

CATALINA NORIEGA

Todo es espectáculo. Desde palacio nacional se mueven los hilos de este escenario en el que, el gran titiritero intenta entretenernos día con día. Cuando no agravia a algún personaje que supone opositor, lanza sus mesiánicas ideas que, como dirían los franceses sólo buscan “epater le burgeoise” (Empatar a la burguesía). El mejor ejemplo es el invento de la marcha del próximo domingo, para tratar de quitarse la espina que le clavó la del 13 de noviembre.  El chiste es sacarse un as de la manga y ser la cabeza de esto que para él es rasgo obsesivo compulsivo: la transformación. 

La estrategia, para su desgracia, empieza a fallarle. Si bien obliga a entrar al círculo de “fijar agenda”, las mañaneras se convierten en las horas más repetitivas y aburridas de la jornada. Insulta a diestra y siniestra, pero se le agotó su larga lista de epítetos -los que ya a nadie le llaman la atención- y los agredidos responden con argumentos que lo dejan en ridículo. Nadie cree sus estruendos narcisistas -como el de que tiene un 70 por ciento de aprobación, cuando las estadísticas le dan un, por cierto, increíblemente bueno, 60-. 

Busca agilizar su presentación y amenaza con que la insulsa, sin crédito alguno y desastrosa hasta para leer, señora Vilchis, estará todos los días. Poco o nada importa lo que diga, si se le desmiente en menos que canta un gallo. 

Le fallan los gestos, por excesivamente conocidos, se nota cansado y hasta harto y sus falsos periodistas carecen del mínimo interés. Ni la música anima a quien por obligación tiene que escucharlo, aunque sólo oiga el ruido de la lenta voz que adormece.

Todo tiene un fin y, a punto de cumplir el cuarto año, aburre más que un camello, así crea -en su infinito ego-, que sigue siendo el foco de la adoración del “pueblo”. 

Se le multiplican, en sus frecuentes giras, quejas a las que responde majadero, ajeno a que, esa población a la que tanto le ha fallado, tarde o temprano abrirá los ojos. Nadie que lo contradiga es de su agrado.

Inconscientes, los morenacos mueven el aparato completo para agasajarlo con su última ocurrencia de la marcha dominical. Ni siquiera tienen un resto de decencia para guardar las formas. Por el contrario, se quitan las máscaras y públicamente convocan al acarreo más grotesco, de que se tenga memoria. 

¿Qué el viejo prinosaurio lo hacía?  Por supuesto, pero se ocultaban las pruebas de la cínica obligatoriedad para asistir. A partir del anuncio, aparecen cientos de testimonios de burócratas a los que se les exige se presenten. Igual memorándums donde se les hace saber que tienen que ir y llevar a amigos y familiares. La propaganda en pleno infesta con sus cartelones lugares públicos y las paredes del metro están tapizadas con la imagen del tabasqueño. 

Nadie niega que un sector vaya por su propio pie. Son sus vasallos todavía encandilados, que lo siguen como al flautista de Hamelin, beneficiarios de programas sociales. Son los menos: a la mayoría no le gusta marchar y menos que se le imponga en pleno mundial de futbol, cuando el interés está fijo en la pelota, o simplemente cuando se trata del día de descanso.

¿Estará tan ciego para no darse cuenta que, así congregue a más de un millón de personas, no es porque lo quieran, sino que van a “forziori”? Ríos de oro para pagar un acto innecesario, producto, como el resto de su actividad presidencial de uno de sus caprichos, de una ocurrencia. ¡Y todavía, dos años!

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