Francisco Fonseca N.
¿Quién o quiénes, de dentro o de fuera, están interesados, cobardemente, en erosionar las instituciones nacionales, a costa de un pueblo que ha hecho del sacrificio una profesión de fe?
¿Por qué -aprovechando la evidente desventaja anímica profundizada por las frustraciones- se insiste en el rumor malintencionado que lastima la conciencia y paraliza propósitos y acciones?
Pero sobre todo, ¿qué nos pasa a los mexicanos que optamos por callar ante la evidente agresión, a contestar en todos los tonos, pero sobre todo en el tono de la dignidad?
En este caso, los falsos rumores mediáticos no son solamente la agresión a una persona o a una opción política a quien se le asesta por la espalda el golpe infame que tiende a destruir honra y prestigio. Son el caso y el desarrollo de un pueblo. Y si a todos nos afecta la perversión de la maledicencia, ¿dónde están los partidos políticos y las organizaciones civiles, religiosas, educativas y los poderosos sindicatos y grupos empresariales? ¿Acaso están detrás de todo esto?
¿Dónde está la voz airada de quienes protestan con el dramatismo y la heroicidad de actores trasnochados porque vuela la mosca o amanece más temprano?
Un silencio, que puede ser de estupor, de ingenuidad o de simple complicidad, flota en el ambiente mexicano. Mientras tanto, los buitres financieros, en el festín de la carroña especulativa, hacen de las suyas otra vez -como tantas otras repeticiones funestas- provocando problemas en la bolsa de valores y controlando el precio de la moneda norteamericana.
Por supuesto que ello representa un golpe artero a la enflaquecida cartera de quienes menos tienen, que en este país son muchos. Y lo más grave de todo es que -a pesar de su repetición- seguimos sin aprender la lección dolorosa. ¿Qué hará falta para que de una buena vez -pueblo y gobierno- nos atrevamos a decidir el mundo y el destino que queremos para México?
Alguien -con esa luminosa sabiduría surgida de la entraña popular- advirtió a los cuatro vientos, para que se oyera: ¡con el hambre no se juega!
Y estamos a tiempo… todavía.
Esto ocurre ahora que las democracias de cada institución política deciden o inventan rumores falaces.
Fundador de Notimex
Premio Nacional de Periodismo
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