Auténtico vs. Sintético

LUIS WERTMAN ZASLAV  Naomi Klein es una de las escritoras más célebres del mundo por su visión crítica a la manera en que funciona la economía del planeta y el papel que juegan muchos actores de nuestras sociedades para darle forma a lo que llamamos la vida moderna. Recientemente publicó un libro en el que

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LUIS WERTMAN ZASLAV 

Naomi Klein es una de las escritoras más célebres del mundo por su visión crítica a la manera en que funciona la economía del planeta y el papel que juegan muchos actores de nuestras sociedades para darle forma a lo que llamamos la vida moderna.

Recientemente publicó un libro en el que habla de la peligrosa mezcla entre lo auténtico (los hechos, la realidad) y lo sintético (ese mundo digital en el que ahora reina la inteligencia llamada “artificial”), un concepto interesante que podría ayudar a explicar este momento que vivimos y alertar sobre los riesgos de no distinguir bien un polo de otro.

Cualquier sociedad en la que los hechos tienen la misma relevancia que los dichos corre el peligro de crear un entorno en el que todo es relativo y está sujeto a la interpretación de una persona o de un grupo que coincide en opiniones y en valores comunes, pero deja de escuchar otros argumentos e incluso desestima elementos concretos que no coinciden con sus puntos de vista. Aunque no lo parezca, este fenómeno ha ocurrido muchas veces en la historia de la humanidad y lo ha hecho alrededor de creencias espirituales, principios ideológicos y hasta formas de administrar los recursos naturales y los fabricados por una comunidad. El problema viene cuando esos grupos solo están conectados a partir de lo que se quiere escuchar y ver, lo que permite que sean altamente manipulables y tiendan a cerrarse a otras ideas y posturas. Es la historia, muy abreviada, de nacionalismos y de movimientos radicales que amenazan el sistema democrático como lo conocemos y surgen como una falsas respuesta a reclamos sociales que se la atribuyen a las administraciones públicas que son elegidas por medio de la votación mayoritaria de los ciudadanos.

Con la explosión tecnológica de nuestra época, hay espacio para que miles de comunidades puedan establecer comunicación alrededor de lo que piensan que los une, aunque no sea cierto. Si ya no vivimos en un tiempo de verdades, entonces estaríamos en uno en el que lo aparente basta para tomar decisiones como ciudadanía. Y, es justo ahí, donde comienzan muchos problemas.

Hoy tenemos que alejarnos de los sintético (y para cualquier efecto de las noticias falsas, los mensajes de odio, los encabezados escandalosos y las afirmaciones sin sustento en la realidad) y concentrarnos en lo auténtico, desde la perspectiva de lo social y no de ese individualismo que nos demanda estar en el ciberespacio. Existe, si me permiten la expresión, todo un mundo fuera de la interacción que llevamos en plataformas y aplicaciones. No es un reclamo futurista, es un llamado de atención para que no nos dejemos sorprender por intereses que tienen como misión dividirnos.

Para reconocer la diferencia, ayuda mucho el que abramos nuestros espacios sintéticos, por llamarlo de alguna forma, a la conversación y no solo al reproche y a los reclamos. Nada es blanco o negro y una sociedad que aprovecha la tonalidad de grises es la que alcanza un auténtico desarrollo. Lo comparto para quienes miran lo que les rodea desde uno de los colores en los extremos y pierde de vista que la construcción de mejores condiciones de vida para la mayoría de nosotros inicia por entender tres principios: de dónde venimos, dónde nos encontramos y en dónde deseamos estar. Ese debe ser el sistema social en el que nos debemos enfocar para no dejar a nadie a un lado y tampoco hacerlo por prejuicios o estigmas que ya deberíamos haber superados por inútiles y arcaicos.

Klein escribe que estamos en un medio ambiente en el que impera la creación de teorías conspiratorias, porque han resultado más convenientes para segmentos de la población que no desean exhibir sus miedos y sus resistencias a incorporarse a una sociedad cada vez más abierta. Entonces, la solución es conformar grupos alrededor de un pánico social que tiene apariencia de ser cierto y convencerse que las cosas son cada vez peores, a pesar de que no hay manera de comprobarlo en la realidad. Es sustituir nuestro razonamiento con emociones, la mayor parte de ellas, sustentadas en una desconfianza en todo y en todos.

Me llamó la atención que la reconocida autora tratara un tema que hemos compartido en este espacio antes y es la enfermedad que padecemos todavía (padecen varias sociedades en el mundo) que es la falta de confianza. Es un padecimiento altamente contagioso, que en algunas naciones se ha vuelto crónico y degenerativo. Nuestro principal papel como ciudadanos es fortalecer la confianza en esta sociedad que estamos conformando diariamente y en el rumbo que decidimos seguir como mayoría. Por supuesto que hay muchos retos y pendientes, un lustro es un periodo corto y más cuando debes restaurar y rescatar muchas estructuras, instituciones y, lo más importante, una consciencia colectiva que llevaba años bajo esa misma percepción que ha sido utilizada para hacernos creer que pertenecemos a dos bandos irreconciliables.

Creo que estamos a tiempo de conciliar los dos espacios, el auténtico y el sintético, sin caer en extremos. Hemos tenido éxito cuando nos proponemos avanzar alrededor de ideas, de valores y de principios; no de atavismos y menos de ideologías que nos apartan. Las sociedades inteligentes unen; las que no lo son, separan.